El legado cultural de Fernando Botero

Cicerón Flórez Moya

La muerte de Fernando Botero ha llevado a dimensionar su existencia y es unánime el reconocimiento del legado cultural que deja consolidado con su obra artística, una creación cualitativa y cuantitativamente recia.
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Sus pinturas, sus dibujos, sus esculturas que hoy hacen relevantes muchos espacios en diferentes lugares del mundo dan testimonio de la dinámica de su talento.

Botero iza el nombre de Colombia en todo cuanto realizó. Y lo hace desde una perspectiva encumbrada, dando pruebas de su capacidad para asimilar la realidad en que se movía en su cotidianidad.

En Botero hay que resaltar también la fecundidad que tuvo en su travesía de artista. Lo cual se plasmó en obras perdurables, con las cuales se identifican vivencias, ideas y visiones. Muchos de los actos que animan a los seres humanos hacen parte de esa corriente con que el artista se visibiliza.

Botero no ignora los tropiezos colombianos. Sabe lo que está sucediendo y desde su visión los trata. Le pone a la paloma vuelo de paz para animar ese anhelo general. Es una intención que debe aportar alivio a quienes han padecido el conflicto de muerte, con todos los desgarramientos posibles.

La obra que deja Botero es un patrimonio que la nación debe recibir con el compromiso de mantenerlo y hacer que sea fuente de regocijo en Colombia y el mundo. La generosidad del artista tiene que preservarse a fin de que su obra no se convierta en una referencia pasiva y esté presente en museos, casas de cultura, espacios públicos, establecimientos de educación y en donde quiera que haya lugar y posibilidad de tenerla.

La atrocidad criminal de Pinochet

En muchos años del siglo XX América Latina padeció la peste del militarismo criminal. Fue el predominio de las dictaduras instauradas a sangre y fuego, unos regímenes proclives a la violencia y a todas las formas de agresión para someter a los pueblos al oscurantismo de la barbarie. Los Somoza, los Trujillo, los Videla, los Gómez y sus sucesores y los otros formados para la tiranía, ejercieron el poder con abuso y bajo la consigna del ultraje a la vida. No fue poco el daño que le hicieron a los países tomados por recurrentes golpes de Estado.

Uno de los más repudiables capítulos de esa orgía de tiranos fue el protagonizado por el general Augusto Pinochet en Chile. El 11 de septiembre de 1973 dio el golpe de Estado al presidente constitucional Salvador Allende e instauró una dictadura de 17 años, hasta

1990.

Pinochet llevó a la muerte al presidente Salvador Allende, abolió la Constitución de Chile, impuso el terror y convirtió en víctima al pueblo en una fobia extrema contra la democracia.

América Latina fue escenario de la perversidad política del militarismo y la derecha, dejando secuelas nefastas. Lo que sigue debe ser el fortalecimiento de la democracia basada en la participación popular.

 

Cicerón Flórez Moya

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