La horca de la estigmatización

Cicerón Flórez Moya

Es recurrente en Colombia la mención a la democracia, sobre lo cual hay más de alusión que verdad. Esa ha sido una estrategia de especulación de quienes han tenido el manejo de la nación. Se ha utilizado para distorsionar con la intención de hacer ver bondades donde no las hay.
PUBLICIDAD

Con ese manto también se fabrican versiones destinadas a asignarles culpas a quienes no han incurrido en los actos denunciados.

Una de las formas de revanchismo para el linchamiento político, en función de intereses particulares perversos es el de la estigmatización, o señalar a alguien de actos que pueden ser punibles sin que los haya cometido.

Las ejecuciones extrajudiciales o falsos positivos se consumaron haciendo pasar a las víctimas como actores del conflicto armado cuando eran inocentes, personas que vivían atrapadas en el marginamiento a que estaban sometidas. Los testimonios de militares utilizados para tan abominable acción, confesados ante la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), comprometen al Estado colombiano en crímenes de lesa humanidad y dejan en evidencia la degradación a que se ha llegado en el remolino de muerte que ha padecido el país.

Pero la estigmatización no se reduce a ese horroroso capítulo. También ha tenido aplicación en los despojos de tierras, una operación a través de la cual se han ultrajado derechos fundamentales de los campesinos y se les han entregado a los latifundistas bienes adquiridos a sangre y fuego, arrebatados a sus legítimos propietarios, reducidos a la pobreza.

La práctica de la estigmatización se volvió corriente en los círculos de poder. El expresidente Álvaro Uribe la acuñó contra el senador Iván Cepeda y la senadora Piedad Córdoba, acusándolos ante la Corte Suprema de Justicia de realizar una cacería de testigos contra él. Pero la investigación terminó comprometiéndolo con vinculación a un proceso que todavía no termina.

El paramilitarismo también ha entrado en el juego de acusar a sus contrarios pretendiendo quedar a salvo de sus pilatunas. Hace falta que la justicia sea más rigurosa y le cierre las trampas a quienes buscan enlodar a personas que no están en la línea de sus intereses para librarse de sus culpas.

La violencia de los diferentes grupos beligerantes con sus actores en el conflicto armado o los entramados de las mafias y de otras vertientes criminales, da lugar a la degradación de las conductas de los operadores sumidos en la tormenta. Se ha llegado a tanto desquiciamiento, donde el delito es insignia, que no se puede ahorrar ninguna acción que pueda contribuir a un saneamiento generalizado. La paz debe ser la luz que alumbre el camino en toda su extensión.

Si se quiere salir de los laberintos a donde ha llevado la violencia se le tiene que apostar a la paz con la mayor amplitud. La paz como soporte del nuevo Estado Social de derecho para que no se repitan los horrores de la guerra ni las mañas que tanto daño le hacen a la existencia humana. Se impone un gran salto por encima de las mezquindades que tanto peso han alcanzado.

 

Puntada

Debe ser unánime el rechazo a la guerra entre Hamás e Israel. De parte y parte hay barbarie. Lo que está sucediendo debiera tomarse en cuenta para una paz que le garantice los derechos al pueblo de Palestina.

Cicerón Flórez Moya

Comentarios