El sacrificio de los mataderos

Las normas expedidas por el gobierno nacional con el prurito de modernizar el país, que se asemejan al idiota que por decreto pretende que un invalido camine, tocan aspectos vitales de la economía nacional:

agroindustria, producción agropecuaria y seguridad alimentaria, como el sacrificio de ganado que han terminado provocado la regresión al degüelle en cualquier chircal, en medio de las sombras de la noche sin la más mínima condición sanitaria, es la consecuencia obvia del cierre de cientos de los mataderos que funcionaban en los municipios y centros poblados, que permitían alguna supervisión de la autoridad sanitaria local y el recaudo del tributo por la autorización para el sacrificio.

Si existiera un genuino interés en el mejoramiento sanitario de estos espacios, el gobierno habría dispuesto de acuerdos con los interesados y recursos del fisco para apoyar las inversiones necesarias, para avanzar progresivamente en el mejoramiento de la infraestructura y los procesos, por el contrario acudió al expediente de exigir requisitos que no consultan la realidad material del país ni el equilibrio económico de la actividad según el mercado a atender.

No se consideró por ejemplo, que en pleno siglo XXI aún hay zonas con continuos apagones o sin servicio de energía eléctrica y por ello o por falta de ingresos para comprarla no hay nevera; así exigir cadena de frio condena a miles a sufrir la vigilia de la carne, porque al romper la cadena se acelera la descomposición de la misma.

Es evidente que esta política no se hizo para aumentar el consumo de carne de la población en Colombia ni mala ni buena, solo persigue facilitar el control monopólico del precario mercado nacional, por algunos pocos frigoríficos que sueñan con el mercado externo y que si al caso terminarán intermediando la carne importada del libre comercio.

Así se atornilla la concepción rodillona de facilitar un escenario para la inversión de las grandes multinacionales que consiguen tierras y mano de obra a huevo para adelantar proyectos de producción para vender a los mercados orbítales que controlan.

El desarrollo nacional no puede fincarse en las exportaciones, pues el mercado externo es incierto, volátil, impredecible, Venezuela llegó a comprar mil millones de dólares en carne en el 2008 y la confrontación política liquidó ese comercio.

Ante la airada reacción de la población el gobierno está planteando el trámite de nuevos decretos que incluyan la posibilidad de mataderos para el consumo nacional y otros que denominan de autoconsumo para el sacrificio y la comercialización local, continúa el criterio de partir el país en ciudadanos de primera y segunda, como en la salud con el POS y el régimen subsidiado, la legislación debería procurar el incremento del consumo nacional con unas condiciones mínimas de salubridad que atiendan la realidad para ir ajustando a medida que crezca el mercado y los ingresos, de lo contrario continuaremos rezagados en el consumo nacional, de 43,7 Kg per cápita, por debajo del promedio mundial de 46,6 kg por persona, y así la ganadería golpeada de por si por otras normas y los costos crecientes, no podrá crecer; ni el país podrá desarrollarse.

Credito
LIBARDO GÓMEZ SÁNCHEZ

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