Dilan no murió

Columnista Invitado

La tragedia de Dilan Cruz me recordó a Mohamed Bouazizi, el joven tunecino formado en informática que vendía frutas para sobrevivir y que en diciembre de 2010 se prendió fuego en protesta contra la arbitrariedad de las autoridades que habían confiscado su puesto ambulante.

Bouazizi se convirtió en el ícono de las movilizaciones que desencadenaron la salida del presidente Ben Ali, en lo que sería el inicio de la “primavera árabe”.

Las dos historias expresan el desespero de una juventud sin perspectiva de futuro. Dilan Cruz murió a manos del Esmad mientras protestaba pacíficamente, como muchos jóvenes colombianos, por el derecho a educarse y por condiciones laborales dignas. Como Bouazizi, Dilan es hoy el símbolo de las históricas protestas de un país hastiado, que todavía no se repone del oscuro bombardeo que mató al menos ocho niños en el Caquetá; y cuyos reclamos, pese a algunos episodios aislados de violencia, han sido mayoritariamente pacíficos.

El asesinato de este bachiller que soñaba con estudiar administración, se suma a las numerosas detenciones arbitrarias, agresiones físicas e intimidaciones policiales, como las padecidas y denunciadas por el periodista de ‘El Tiempo’ Andrés Leguizamón, que desvirtúan las promesas del Gobierno de respetar la protesta.

Estos episodios tristemente o son nuevos y justifican la urgente necesidad de discutir la eliminación del Esmad dentro de la agenda del Diálogo Nacional propuesto por el Gobierno y su remplazo por un cuerpo policial realmente disuasivo y garante de la democracia. Este sería un paso indispensable para contar con una Policía para la convivencia, que rompa con la mentalidad del “enemigo interno” como lo exige la realidad del posacuerdo.

El Presidente debe abandonar el doble discurso si de verdad quiere recuperar la confianza de la sociedad y responder con hechos a sus demandas; de lo contrario, el martirio de Dilan Cruz podría marcar una inflexión que lo deje con una gobernabilidad aún más precaria o incluso, precipite su renuncia como ya lo insinúan influyentes uribistas.

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