Salud. Cobertura y presupuesto no garantizan calidad en el servicio

Columnista Invitado

Comienzo refiriendo el artículo 49 de nuestra constitución política “La atención de la salud y el saneamiento ambiental son servicios públicos a cargo del Estado. Se garantiza a todas las personas el acceso a los servicios de promoción, protección y recuperación de la salud. Los servicios de salud se organizarán en forma descentralizada, por niveles de atención y con participación de la comunidad”. De todos es conocido que la pandemia del coronavirus desnudo la fragilidad del sistema de salud en Colombia, especialmente en la provincia y en los sectores rurales. El sistema de salud pública en nuestro país está soportado en la oferta de servicios de baja complejidad en la mayoría de los municipios (puestos y centros de salud), de mediana complejidad en municipios referidos como nodos (hospitales con algunas especialidades) y la alta complejidad que se localiza en la mayoría de las capitales de departamento.
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Se precisa que el país ha avanzado en este servicio esencial porque ha aumentado la cobertura y el presupuesto anual para el mismo, pero no se hace una alusión objetiva en la calidad y la oportunidad del servicio que actualmente reciben nuestros conciudadanos. Desde mi perspectiva encuentro dos falencias: el modelo y los programas de salud aplicados. El modelo falla porque el dinero que la Nación gira para la salud tiene un camino largo y tortuoso para llegar al destino final que son la IPS y el ciudadano en el territorio, donde llega una mínima parte de lo presupuestado inicialmente. Los programas fallan porque aplicamos la medicina curativa y no somos eficientes en la aplicación de la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad y la implementación de hábitos saludables.

El gobierno no se emplea a fondo para cambiar un problema cultural de los ciudadanos, cual es el de ir al médico cuando las enfermedades están en estados avanzados y resulta mucho más costosa su atención y se reducen las posibilidades de salvar la vida, eso en el escenario que encuentre atención en la clínica u hospital correspondiente. Para la salud del paciente, para la tranquilidad de la familia y para la economía del país, resulta de mucho más impacto, atacar la enfermedad en estados primarios y con programas que comprometen al ciudadano a practicarse exámenes periódicos y seguir rigurosamente las recomendaciones del médico tratante en cuanto a medicamentos, alimentos, rutinas de ejercicios, atención de la salud mental, etc. Nuestro país tiene una muy alta cifra de ciudadanos que padecen las llamadas enfermedades catastróficas o ruinosas, patologías estas de curso crónico que supone alto riesgo, cuyo tratamiento es de alto costo económico e impacto social y ser de carácter prolongado o permanente; las más conocidas son la diabetes, la hipertensión, la insuficiencia renal crónica, las malformaciones congénitas de corazón y los tumores cerebrales. El sistema preventivo en salud sería de bajo costo y de alto impacto, mientras el curativo llegando a las enfermedades catastróficas o ruinosas no hay presupuesto que lo sostenga. Luego de hablar hoy de altas coberturas y altos presupuestos en salud, se vuelve relativo y en parte un sofisma de distracción, que oculta un grave problema estructural que afecta a todos los colombianos, la mala calidad de este servicio y la permisiva actitud frente a los sistemas de promoción y prevención de la misma.

 

OSCAR HERNÁNDEZ ARANA

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