Mujeres XXI: privilegio, reto y dilema

Columnista Invitado

Ser mujer en el siglo XXI es un privilegio, un reto y un dilema. Para empezar, somos “privilegiadas” porque disfrutamos la conquista de derechos que años atrás eran inimaginables para nuestro género. Gracias a la lucha de mujeres en nuestro país como María Cano, Ofelia Uribe o Betsabé Espinal, podemos votar, participar en política, acceder a educación básica, media y superior; disponer de nuestros bienes, contraer deudas, comparecer por nosotras mismas ante la justicia, y gozar derechos laborales, entre otros.
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Al mismo tiempo, tenemos el reto de trabajar para materializarlos efectivamente. Las cifras -que particularmente releemos y enfatizamos en este mes de marzo- nos recuerdan que estamos lejos de vivir efectivamente estos derechos. Por ejemplo, según el informe “Mujeres y hombres: brechas de género en Colombia” del Dane, las mujeres solteras y sin hijos son las que con mayor facilidad logran la vinculación laboral, cifras que decaen drásticamente cuando se convierten en madres. Lo que podría justificar la brecha de género, latente en el desempleo. En la actualidad y agravado por la pandemia, la tasa de desempleo de las mujeres colombianas es 60,6 %, más alta que la de los hombres. En Ibagué, las tasas de desocupación son 20,9% para los hombres, y 17,5% para las mujeres, o sea que hay una brecha de 3,4 puntos. Esto evidencia que en la práctica, muchas mujeres, para ejercer nuestros derechos, y conciliar nuestros roles– aunque no deba ser así- debemos hacer renuncias, y entramos en un verdadero dilema. 

Por eso, ser mujer en este siglo, significa una responsabilidad constante con nosotras, con nuestro cuidado y nuestros desafíos. Tenemos el reto de trabajar constante por la igualdad de género desde lo micro a lo macro, para que la participación femenina en fuerzas como la laboral, sean realmente libres y equitativas, podamos incrementar el número de mujeres en puestos de responsabilidad y reduzcamos la brecha salarial de género. Pero eso sí, al enfrentarlos y abogar porque en efecto haya una libertad y una igualdad entre los géneros, creo yo, que no debemos abusar de un discurso de reivindicación femenina que se opone frente al abuso machista. En este sentido, insisto, como hace un año en esta misma columna, que no volvamos nuestra lucha en una división de género, porque debemos conquistar y superar muchas etapas y los hombres deben ser también nuestros aliados. El gran sueño es trabajar juntos porque las futuras generaciones de mujeres tengan la realidad efectiva de gozarlo todo sin dilema, no se sientan privilegiadas sino merecedoras y sea una realidad el poder estudiar, participar laboralmente, vivir en pareja y tener la libertad de escoger ser madres.

 

JULIANA KAIRUZ CORREA

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