Gracias, abuelas

Columnista Invitado

Hoy, me uno a la conmemoración del 8M, honrando y agradeciendo a las mujeres del pasado; de mi pasado familiar y mi pasado colectivo. A las mujeres que abrieron paso en el camino a la revolución más auténtica de nuestro tiempo: el feminismo.
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A mis abuelas intelectuales: desde Lilith, Eva, las amazonas, Livia, Juana; las cacicas Dulima y Gaitana, Policarpa; Virginia, Simone, Audrie, Hannah, Susan; Rosalía, Gabriela, Frida; Virginia, Débora, las maestras Carmenza y Amina, y nuestra poeta Leonor; hasta La Sombrerera, La Mohana, y todas aquellas que con su pensamiento y su obra nos inspiran diariamente a reflexionar, reivindicar y disfrutar la existencia femenina en este mundo. Son eternas.

A mis abuelas de sangre: Mima y Lilia, que acompañaron mi crianza y hoy me guían desde un lugar infinito. Y también las bisabuelas Cruz, Clementina, Polonia y Rosa María; casi todas activistas, de una u otra manera, en la Guerra de los Mil Días. Las tías-abuelas profesoras que no conocí pero me despertaron toda la curiosidad y el orgullo el día que me enteré que la educación es una vocación que compartimos. Y algunas otras abuelas que, aunque no registran en mi genealogía, me han nutrido con sus hazañas, su cariño y su sabiduría. Estas son las mías, pero espero ser justa al afirmar que todos tenemos, al menos, una como ellas: pese a las condiciones, luchadoras, amorosas y valientes. 

A través de sus nombres de pila, sin adiciones ni pertenencias, vengo hoy a reconocer y agradecer a nuestras abuelas, esas mujeres de referencia en la memoria familiar y colectiva, por quienes hoy somos más libres, más posibles. Gracias porque, en épocas colmadas de violencia, desigualdad y censura para las mujeres, miles de ustedes se armaron de la determinación y esperanza que todos deberíamos tener para encarar la vida y sus desafíos. Gracias, abuelas, por amamantar nuestro deseo de libertad. Gracias, abuelas, por arrullar nuestra rebeldía ante el statu quo. Gracias, abuelas, porque sus ejemplos y antiejemplos nos llevan a descubrir nuestras propias circunstancias, motivaciones y propósitos. Gracias, abuelas, por mostrarnos el poder de lo femenino (que reside en todos, no solo en las mujeres “normales”), de la fertilidad (como capacidad de producir ideas, actos y cambios, no solo seres humanos), de la sanación y el cuidado (a cargo de todos) y del cuerpo-territorio. Gracias, abuelas, porque sabemos que en ocasiones tuvieron que ser todo eso que no querían ser, para que las mujeres (y los hombres, valga decirlo) de hoy tengamos la libertad de encontrar el camino digno hacia nosotras mismas.

Somos el sueño más salvaje de nuestras abuelas. Somos las abuelas de un futuro en el que ser feminista será lo básico, lo mínimo.

PAULA DELGADO

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