El poder del medio ambiente

Columnista Invitado

Todos hemos visto como Rusia, en su plan ilegítimo de expansión, excusado por la supuesta intervención de la Otan en Ucrania, ha realizado operaciones militares que han ocasionado daños catastróficos y han acabado con la vida de miles de personas inocentes. 
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Estas acciones del Estado ruso preocupan a la humanidad por lo que significa una guerra en pleno siglo XXI, y afectan especialmente a la Unión Europea, que si bien no tiene una confrontación directa con Rusia, sí depende de sus recursos naturales para satisfacer los servicios públicos esenciales. 

Rusia actualmente provee el 40 % de los combustibles fósiles a la Unión Europea, lo que equivale a USD118.000 millones diarios. Esta dependencia de carbón, petróleo y gas resulta más preocupante que la misma invasión militar y deja algunas reflexiones sobre el poder del medio ambiente como un «arma de destrucción masiva», al ser el instrumento para controlar política y económicamente los países, ciudades y pueblos que no tienen los tan anhelados recursos ambientales o, lo que es más grave, los países que decidieron abandonar el aprovechamiento de los recursos naturales no renovables, por la supuesta protección al medio ambiente, sin haber realizado un proceso de transición energética lógico, programado y coherente. Ese proceso de transición energética es el que hoy quiere plantear la Unión Europea para que en el 2030 no dependa de Rusia en este sentido. Lógico, ¿no?

Aunque resulte paradójico, el medio ambiente es y será en el futuro la mejor arma de destrucción masiva de las ciudades y pueblos que no tengan la capacidad de autosatisfacer sus necesidades. Los pueblos que decidan no continuar con la extracción de sus recursos naturales quedarán a la merced de los pueblos que sí lo hagan. De esta manera, la estabilidad económica y el bienestar social dependerán de las ciudades que primero valoren tener los activos naturales y entiendan que la única forma de lograr una verdadera transición energética es seguir apoyando la industria extractiva y no atacándola. 

Si comparamos a Colombia con la Unión Europea no estamos lejos de caer en la misma situación. Los activistas ambientales radicales, los políticos convenientes y los candidatos irresponsables han venido construyendo una narrativa que va en contra del bienestar social y económico afirmando que la industria extractiva debe acabarse. Ni siquiera hablan de un plan de transición energética, al contrario, creen que se puede sustituir la industria con otros sectores, como el agrícola y el turístico, lo cual es una absoluta mentira y el conflicto entre Rusia, Ucrania y la unión europea así lo demuestran.

SERGIO ARENAS.

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