Quien no conoce su historia está destinado a repetirla

Columnista Invitado

Los anuncios parroquiales de quién hoy se considera el jefe político del Tolima, a través de unas columnas carentes de contexto, reflexión y autocrítica, lo han llevado a cometer sendas imprecisiones con el fin de desubicar al lector desprevenido acerca de las raíces históricas de los sucesos que hoy marcan los contextos políticos y sociales de nuestro Departamento.
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Es por ello, que se hace necesario responder a dichas imprecisiones a través de una serie de ideas con perspectiva histórica y en clave política, que nos permita cualificar el debate, pero también promover una discusión acerca del desarrollo del Tolima.
Una de las tesis, si así pudiese llamarse, que ha expuesto el personaje de marras en sus columnas dominicales, ha sido la de asemejar el color del Partido Liberal con la violencia desatada en el siglo XX. 

Al igual que lo hiciera en su momento la dirigencia del partido conservador, utilizando “La Mancha Roja” como estrategia mediática para vincular a los liberales con el “Bogotazo”, ocultando y desviando la atención de la violencia estatal conservadora de aquellos años, que los estaba llevando a perder las elecciones legislativas de 1949, el gamonal del Tolima, pretende, de manera cínica, relacionarnos con una serie de sucesos que carecen de fundamento y faltan a la verdad.

Presentamos entonces a los lectores, el contexto político previo al desarrollo de la violencia en Colombia y nos lanzamos a realizar de manera continua una serie de columnas denominadas, EL PODER PARA QUÉ, que iremos entregando cada 15 días.

Aquí vamos…

La hegemonía conservadora que había sido derrotada en 1930 por Enrique Olaya Herrera, primer presidente liberal tras 40 años de gobierno conservador, no descansaba en su afán de desestabilizar al país para hacer retroceder las reformas sociales implementadas por la república liberal. El arquitecto del triunfo de Olaya Herrera había sido el tolimense Alfonso López Pumarejo, quien continuaría el legado liberal en los años 1934 – 1938, e impulsaría una era de reformas sociales aplazadas durante años en Colombia, lo cual le mereció un amplio apoyo entre las masas de obreros y campesinos.

Los cambios trascendentales promovidos por su gobierno lo llevarían a ser reelegido en 1942. Sin embargo, la creciente violencia suscitada en el campo colombiano, un intento de golpe de estado promovido por las fuerzas militares y acciones conspirativas del conservador Laureano Gómez, hicieron que Alfonso López Pumarejo se retirara del gobierno en 1945, a un año de terminar su mandato.

El regreso del Partido Conservador al poder en 1946, con la elección de Mariano Ospina Pérez a la Presidencia de la República, le dio paso a una feroz persecución política a contradictores y opositores del gobierno, con muertes, desarraigos y otras acciones represivas bajo el amparo oficial. 

La consigna de “A sangre y fuego” fue ejecutada en forma despiadada por criminales que estaban al servicio del Gobierno conservador de Ospina Pérez, una de sus víctimas fue el jefe liberal, líder de la oposición y candidato presidencial, Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948. La hegemonía conservadora a través de acciones de exterminio se tomaba el poder para desmantelar una a una las reformas sociales y las garantías de derechos de los colombianos. 

Tras el asesinato de Gaitán, Darío Echandía lanzó la pregunta: “¿El poder para qué?”, que pretendía alertar sobre la devastadora realidad social de Colombia y así mismo denunciar el extremismo de la violencia, de la desigualdad, del abuso de poder y los demás desajustes sociales y el atraso a los cuales nos había destinado la hegemonía conservadora. 
Estos sucesos terminarían desatando la denominada “Violencia”, que aun hoy desangra este país y que no ha permitido adelantar las reformas sociales tan necesarias para el desarrollo de Colombia.

OLGA BEATRIZ GONZÁLEZ

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