La reforma a la salud: el cambio que asusta pero que es necesario

Columnista Invitado

Hoy, en el Congreso de la República, el Gobierno de Gustavo Petro radicó uno de los proyectos de ley más controvertidos en lo que va de 2023. La reforma a la salud genera temor a los dueños y empresarios de las Empresas prestadoras de salud (EPS), pero genera grandes expectativas de cambio en la población colombiana.
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No es fácil hacer una transición para cambiar un modelo que, durante treinta años ha replicado el imaginario de que el servicio de salud debe funcionar como una empresa que genera grandes utilidades a manos de unos pocos, que, a costillas del padecimiento incalculable de la población, producto de la negligencia en los trámites administrativos han provocado el malestar, desespero, angustia, en la vida de los usuarios del sistema de salud en el país. Y es que, en el algún momento de la vida, hemos tenido que sobrellevar las grandes dificultades con las que el sistema actual funciona.

Para muchos, puede que la reforma a la salud no sea la panacea ni el último descubrimiento para hacer la transición de un cambio prometedor, lo cierto es que ya era justo y más que necesario que se pensara en un sistema de salud más humanizado. La intermediación se ha estado enriqueciendo con los recursos de la salud y ha debilitado la red pública hospitalaria poniendo en jaque a los gobiernos locales quienes finalmente tienen que garantizar en sus territorios la prestación del servicio de salud con hospitales al borde de la quiebra.

El usuario no puede seguir esperando por meses una cita crucial para iniciar el tratamiento para su enfermedad, o esa cirugía que debió haberse realizado meses atrás para evitar la complejidad y salvar vidas. La reforma a la salud propuesta por el gobierno apunta al fortalecimiento de la atención primaria y a la implementación de un modelo para la prevención de las enfermedades. Lo anterior, pone al paciente y a las familias en el centro del sistema, haciéndolos protagonistas, eliminando todo tipo de barrera en los diferentes trámites y servicios del sistema de salud. En pocas palabras, la atención primaria empieza en el territorio para hacer del modelo una experiencia más humanizada.

Son grandes las expectativas de la población colombiana con respecto a la implementación de este nuevo modelo y existe un malestar generalizado por el funcionamiento del sistema actual que se identifica cuando se recorre el país; algo que Invamer y la Andi no tuvieron en cuenta al momento de realizar la “Gran encuesta del sistema de salud” es que aún existe gran desconocimiento en la ciudadanía sobre el papel que ha desempeñado las EPS en el sistema actual.

Hoy, la población confunde que las EPS han desempeñado un papel de aseguramiento y que son las IPS donde les prestan la atención al servicio de salud a los colombianos. La discusión no debe centrarse en si las EPS se deben eliminar o no, la discusión debe trascender en cómo estas empresas que durante años han intermediado el aseguramiento pueden contribuir a la implementación de los centros de atención primaria por todo el territorio nacional para que por fin la salud de los colombianos deje de asumirse como una mercancía y sea un derecho para todos.

Finalmente, el Congreso de la República tiene la última palabra. Serán los congresistas quienes deberán asumir la responsabilidad de aprobar o no, la transición a un nuevo modelo de salud que genera cambios profundos que asustan a unos pocos, pero que muchos consideramos necesarios para humanizar la salud de los Colombianos.

 

JULIO MORATO

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