Las ausencias del presidente

Columnista Invitado

Muchos amigos me animan, dada mi experiencia en el tratamiento de adicciones y en psiquiatría forense, a que analice las ausencias del presidente Petro, contextualizándolo en el marco de esa patología o en cualquier otro tema de salud mental, cosa que no haré por varias razones: primero, no sería ético; segundo, no tengo evidencias, ni suficientes elementos de juicio para hacerlo; y aunque he sido un crítico pertinaz de las acciones de su gobierno, estas tienen por finalidad controvertir y servir de contrapeso a un sector de la opinión pública, que no advierte sus fallas, lo justifican y apoyan su gestión por mera ideología o pasión, negándose, según mi perspectiva, a ser conscientes de sus errores. Creo actuar, como el niño ingenuo que dijo la verdad en el cuento del rey desnudo, para asombro y vergüenza de los miembros de la corte, que no se atrevían hacerlo para no ofender al rey.
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Un amigo decidió preguntarle a la inteligencia artificial sobre el tema y le respondió así: “Las ausencias del presidente Petro en algunos eventos importantes dentro del país han generado críticas y cuestionamientos por parte de la opinión pública y de algunos sectores políticos y económicos. Según fuentes consultadas, las razones dadas para explicar las inasistencias son principalmente problemas de salud, como dolores de estómago, problemas de garganta o de voz. Sin embargo, también se ha especulado que algunas ausencias podrían estar relacionadas con diferencias ideológicas o falta de interés para dialogar con ciertos actores sociales. No obstante, Petro ha cumplido con su agenda internacional sin mayores contratiempos, realizando más de 20 viajes al exterior en lo que va de su mandato. En estos viajes, el presidente ha participado en cumbres, foros, reuniones bilaterales y multilaterales”.

Mi amigo le respondió: “Es falso lo que dices, porque en París también se perdió, en el Brasil no estuvo en las reuniones más importantes, por su ausencia hubo que retrasar el vuelo de regreso, y la excusa fue que hubo una tormenta, pero también resultó falso, porque los aviones comerciales casi todos cumplieron con sus itinerarios. ¿Y en Cartagena qué pasó?”.

Comprobarle una enfermedad mental o una adicción, médicamente, resulta imposible, porque debido a su poder no habría quien garantice la fidelidad del examen y mucho menos de los paraclínicos; si el presidente tiene una adicción, su defensa patológica sería la negación, igualmente si sufre de un trastorno en el estado del ánimo. Por ahora es mejor esperar a que si ciertamente su carácter es frentero y decidido, como ser humano que tiene derecho a enfermar, nos diga la verdad, no la mentirita infantil del cáncer, o en su defecto a que la historia lo juzgue.

 

CHRISTIAN AYOLA

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