Gobernar es prever

Columnista Invitado

Gobernar es firmar, gastar, sobrevivir, mejorar lo recibido. Aprender es duro para quienes no tienen la desagradecida experiencia del gobierno y piensan, erradamente, que todo es ideología; que ser pragmático al administrar es una traición al electorado o a los principios.
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Firmar, gastar y mejorar lo recibido, son metas de toda administración que impulse el bienestar de los administrados. Sobrevivir es un deseo legítimo siempre difícil en política, sobre todo cuando no hay apego a la paciencia y a la flexibilidad democrática. Los autoritarios nunca sobreviven. Solo firman, gastan y empeoran.

El gobierno Petro, como el de Duque, priorizó el aumento del gasto y ambos tardaron en aprender dónde se firma. Ambos acercaron la deuda a un peligroso 70 % del PIB. Intereses y amortizaciones anuales se dispararon a US $5.500 millones en un contexto de altas tasas de interés global y local, con efectos devastadores: se gasta en esos dos rubros la mitad de lo que se gasta en salud. Dos administraciones derrochonas, con altos déficits fiscales, a pesar de haber subido drásticamente los impuestos: Duque con la excusa de la pandemia y el visto bueno lambón de los gremios; y Petro con la excusa del cambio y el visto bueno politécnico de Ocampo, ya usado en 1997 para la reforma tributaria de Samper cuando se inventó los 'cacaos' para no caerse.

Solo hay confusión en cuanto a reguladores, tarifas, concesiones y subsidios. No se tiene claro qué es competencia de quién, quién paga qué, ni con qué fuentes. Todo puede, a juicio de Petro, solucionarse con más gasto, más deuda, más impuestos.

Firmar, gastar y sobrevivir son consecuencias de una actitud de estado mucho más profunda: prever.

Adelantarse a las dificultades y preparar las escasas victorias, hace parte del mandato. Si las dificultades, aún las producidas por el círculo íntimo, son imprevistas, las victorias no aparecen, se falsean aplausos, cifras de seguridad y se esconden conductas dudosas, está en peligro es la supervivencia. El riesgo aconseja con urgencia volver a la transparencia y negociar.

En electricidad el gobierno dudó que fuéramos para una sequía anunciada hace meses amenazando el suministro de embalses y acueductos. Las generadoras, distribuidoras y comercializadoras no gozan de cabal salud financiera. Las térmicas encargadas del plan de contingencia no parecen preparadas para evitar un apagón; las que funcionan a carbón tienen amenazada su materia prima. Está actuando tardíamente.

En salud, están asfixiadas las empresas administradoras y prestadoras y por ende los usuarios. El Soat en la ruina. Quieren nacionalizar, comprada, la carretera al Llano. Se pretende obligar a los inversionistas a que tengan como socio al Estado, estilo China.

La paz total está en manos de delincuentes peligrosos sin diferenciar ánimo político o solamente criminal. No se previeron los efectos de la caída del pie de fuerza y de oficiales tanto en Policía como en Fuerzas Militares, ni la falta de helicópteros y lanchas; siguen saliendo generales. No se ve la nueva política antidrogas ni de migración. Se manipulan las cifras de homicidios porque crecen; siguen las masacres; el secuestro reaparece.

No hay acción visible en Minhacienda ni en la Superfinanciera para mantener la salud de los bancos estresados, con incertidumbre, cartera vencida, clientes ilíquidos y altas tasas. Se desestima a cafeteros, arroceros, camioneros, campesinos, gremios y al Banco de la República.

No hay prudencia ni línea de mando en la política exterior, ni se prevén las consecuencias para el interés nacional de abandonar, a punta de trinos X, a Israel y al multilateralismo entregándonos a peligrosas aventuras iraníes, palestinas, chinas y rusas. Se lo cobrará el mundo al presidente en sus viajes, especialmente en EE. UU., si es que lo reciben.

El gobierno del cambio se tornó imprevisible y soberbio. Atenta contra su propia supervivencia al no concertar, llevándose de banda al país.

 

Luis Carlos Villegas

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