Duelo de titanes

Columnista Invitado

El pasado domingo cientos de miles de ciudadanos salieron a las calles a marchar en rechazo a las recientes decisiones que el gobierno nacional ha tomado.
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Los reproches se oyeron en las principales ciudades del país, en donde la convocatoria no fue nada despreciable, así el presidente Gustavo Petro hubiese considerado que no se trató de una manifestación multitudinaria. A través de redes sociales dio a entender que quienes salieron a las calles representaban a un grupo menor que él denomina como la “oligarquía”. Muy al contrario de lo dicho por el primer mandatario, varios de los miembros de su gabinete aceptaron que debía reflexionarse acerca de lo ocurrido, de cara a oír atentamente las necesidades de todos.

El presidente quiso desmotivar a la ciudadanía para que saliera a marchar, decretando el 19 de abril como día cívico, y el efecto fue contrario porque la oposición se sintió atacada; incluso varios alcaldes y gobernadores indicaron que en sus territorios se laboraría normalmente. Y como si la polarización que experimenta el país no fuera suficiente, con cierta saña el primer mandatario incita a una especie de “competencia de protestas”, invitando a la otra parte de la población a marchar el próximo 1 de mayo, y solicitando un espacio en la plaza pública para hablar directamente acerca de las reformas que propone. Esta petición no cayó nada bien en algunos de los sindicatos, que le exigieron respeto por el día del trabajador.

Desde el gobierno nacional pareciera que se pretende convertir la plaza pública en una lucha de poderes entre opositores y afines al gobierno nacional; hacer que la democracia se convierta en una competencia de arengas y canticos, constituye la peor forma de instrumentalización del electorado. No puede considerarse que el llamado “poder constituyente” sea sólo aquella porción de la población que apoya al presidente, mientras que la otra sólo desea derrocarle o aprovecharse de los más pobres. Esa ha sido la división que ha ocasionado tanta guerra y sufrimiento.

Nadie quiere que al país le vaya mal; al contrario, todos queremos prosperidad, paz y tranquilidad. Bajo esa línea deberíamos actuar todos los ciudadanos. No hay bandas de buenos y malos, o de oligarcas y proletariado; no. Hay personas con necesidades que requieren más de la intervención estatal, que de la lucha de ideologías. El país necesita a un demócrata por encima de un activista. Colombia no aguanta otro “paro nacional” y menos aún otra primera línea.

RODRIGO J. PARADA

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