El poder de la palabra

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Posterior a una semana de reflexión y la realización de eventos litúrgicos, muchas personas manifestaron su fe, algunos muy juiciosos escucharon la palabra de Dios, entre tanto, otros, ni se dieron por enterados de lo sucedido en su entorno, apreciando un interesante panorama frente al poder de la palabra, destacando el impacto que produce en el cerebro aquellas frases positivas y negativas que se asimilan a diario; subrayo, la utilizada por los santos sacerdotes al despedir a sus fieles, “ve con Dios”, observando a las familias regresar a sus hogares reconfortados y sonrientes; es ahí donde puntualizo, gracias al poder de la palabra.

Al respecto conviene decir que las palabras positivas o negativas muy bien pueden influir en el estado emocional de una persona, así como en el comportamiento de la misma, frente a escenarios en su diario vivir; agrego, que es fundamental erradicar palabras negativas que podrían considerarse como vulgarismo cotidiano, pero que afectan la reacción de un individuo.

Por otra parte, palabras mal administradas que se convierten en flujo de desinformación, que sin fundamento de verificación o criterio de la verdad generan estados de inseguridad “en los que permanecen algunos ciudadanos”, multiplicando hechos que sin ser protagonistas, alimentan una cadena del mal denominado “chisme”, algo así, como transformar la escena de un acontecimiento a beneficio de intereses particulares, cuyo único fin estaría orientado hacia el amarillismo del momento.

Por ello, hay que estar muy atento en las palabras con juicios, prejuicios y nefastas suposiciones (pienso que, me contaron que, supongo que), cada individuo es responsable del poder superlativo de la palabra, ya que con ella pueden mejorar y/o menoscabar a una persona, una situación, un barrio, una comuna y hasta la misma ciudad, siendo necesario tener algunos aspectos considerativos antes de expresar una palabra, tales como ¿lo que voy a decir es bueno?, ¿es verdad?, ¿es necesario?.

José Saramago, fallecido premio Nobel de literatura, dijo en un discurso en el 2004 que las palabras no son ni inocentes ni impunes. “Hay que decirlas y pensarlas en forma consciente”, puntualizó, haciendo énfasis en la responsabilidad individual de cada palabra que se expresa.

Igualmente, es importante destacar que para iniciar un buen día no es necesario agravar situaciones que no existen, oh por lo menos no conoce de ellas, siendo pertinente no hablar de males; eliminar la autocrítica y la crítica a los demás; no utilizar malas palabras (groserías); adquirir el hábito de la gratitud y al levantarse celebre un nuevo día, y al acostarse elogiar que está sano y dispuesto para la siguiente jornada, con palabras positivas y agradecimiento, en pro de su bienestar y la de los demás. Inicie hoy con un pensamiento diferente.

Dios y Patria

Credito
CR. ÓSCAR ANTONIO GÓMEZ HEREDIA Comandante Metib

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