La abstención preocupa

Tiene razón la OEA al dejar constancia expresa de los niveles preocupantes de abstención electoral en Colombia, que en la reciente jornada alcanzó la cifra del 56 por ciento, lo que quiere decir que más de la mitad de los ciudadanos habilitados para sufragar, no lo hicieron, y que por lo tanto las mayorías no fueron las que decidieron.

Es necesario que se haga un estudio muy detenido para identificar las causas, pues sin duda un escenario como este desdibuja el papel de la democracia, que no ha estado en capacidad de convocar a la inmensa mayoría para que participe en el señalamiento del destino de sus instituciones.

Ello trae perjuicios enormes, pues puede decirse que un comportamiento como el observado, auspicia a las grandes maquinarias que sí salen a votar, alentadas por sus particulares intereses y que las personas independientes contribuyen a que con su indiferencia se instalen muchos de los que no deben estar en las corporaciones públicas.

Hay tres factores claramente percibibles. El primero tiene que ver con la falta de educación ciudadana, pues en los establecimientos educativos no se instruye sobre la importancia de la democracia y la manera como opera su funcionamiento.

Tampoco se observa un plan de capacitación al interior de las empresas, de las organizaciones cívicas, ni de los medios masivos de comunicación.

Lo segundo es que las nuevas generaciones no se sienten motivadas para participar, manifiestan que no votaron simplemente porque no, o porque hicieron un plan más interesante que hacer una cola para favorecer un candidato que ni siquiera conocen, donde es claro que el papel de los jefes de hogar tampoco es efectivo, o simplemente no existe.

Lo tercero es que la comunicación entre los candidatos y la ciudadanía, no está funcionando como debe ser y sus mensajes son insípidos, opacos y sin elementos motivadores que atraigan y convenzan.

La tarea por emprender es larga y urgente, y tiene que comprometer con su cuota parte al Estado, a los establecimientos educativos, a los organismos sociales, a los padres de familia y a los mismos candidatos. Un escenario como este no se puede repetir, pues degenera en injusticia social, en detrimento del factor cultural y en atraso colectivo.

Cuando el ciudadano no está en capacidad de identificar claramente sus compromisos con la sociedad que convive y con el país que habita, algo grave está pasando.

Credito
EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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