La reforma educativa apenas comienza

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El Gobierno nacional ha presentado esta semana un esbozo de lo que va a ser su reforma educativa, aplazada durante estos últimos cuatro años, después de que el Congreso se negara a estudiar un primer borrador sobre la misma.

Sin duda, se trata de un tema urgente y vital para el desarrollo del país y para el mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos, pero, por esa misma razón, es un proyecto que no puede ir impulsado por el afán de reforma, sino que su estructura debe comprometer la opinión autorizada de muchos voceros y sectores.

Allí no solo debe opinar el Gobierno: también deben hacerlo los maestros, los padres de familia, los empresarios para que expresen lo que de ella esperan y, desde luego, los expertos internacionales, para que transmitan de manera clara los criterios entre los cuales se mueve el mundo civilizado y los países que han sido exitosos en alcanzar grandes avances en la materia.

Sabemos que hay que rescatar la calidad, que se impone la puesta en marcha de metas más ambiciosos en cobertura, sobre todo en la educación superior y tecnológica, que es necesario ampliar la presencia en materia de investigación y que hay que tomar la decisión de multiplicar los recursos dedicados al fortalecimiento del sector.

Y todo ello hay que hacerlo con los que saben, con los que pueden exhibir experiencia y comprobar éxito en su gestión, y muy sobre todo, con aquellos que tienen una verdadera visión global capaz de identificar falencias, de advertir situaciones y de crear escenarios exitosos y viables.

Las grandes reformas están llamadas a ser aplicadas por aquellos con verdadera condición de liderazgo; no será posible nunca con quienes apenas creen que las cosas deben cambiar, pero no atinan a saber cómo, ni a idear los escenarios con las condiciones suficientes para alcanzar metas ambiciosas.

Si no se procede así, las cosas no pasarán más allá de una mera expectativa que se esfumará de manera rápida y que terminará acrecentando la frustración y fomentando el atraso.

Sensatez, cordura, experiencia y visión, es lo que aguardamos de este esperado momento. Sin educación de calidad, no iremos a ninguna parte; y sin cobertura suficiente, no eliminaremos las desigualdades ni incriminaremos las oportunidades. La reforma que finalmente se implante, debe ser un texto de sabios y de visionarios. No nos equivoquemos más por favor.

Credito
EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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