PUBLICIDAD
Sin duda una rica y vasta región, como la del Magdalena Medio, requiere de una atención especial, por todo el potencial que de allí se puede derivar, representado en bosques, tierras aptas para la agricultura y una riqueza hídrica de enormes proporciones, además de su producción petrolera, gasífera y carbonífera.
Es una zona, además, golpeada por la violencia y condenada al olvido, pues el desarrollo le ha sido esquivo. Es el caso también de zonas como la del Catatumbo, la del bajo Cauca, el Chocó, Buenaventura, Tumaco y la Guajira. Zonas igualmente olvidadas, igualmente violentas e igualmente llenas de necesidades.
El equilibrio de la inversión pública debe mirar hacia esas regiones del país, que todos los días producen noticias dolorosas, pues allí se han asentado los peores grupos delictivos amparados en el narcotráfico, la minería ilegal y las más diversas formas del crimen.
Las Zonas de Planificación y Desarrollo, deben entonces constituirse en un imperativo, para que se entre a definir el estado de los problemas que afectan a esas regiones y de esta manera poder diseñar los planes de inversión, para que el gobierno pueda hacer presencia, y se puedan dar las condiciones para que los habitantes de esas regiones tengan las garantías suficientes para afrontar las dificultades y salir del estado de atraso y desprotección en que se encuentran.
No es posible que siempre nos quejemos de lo mismo, y que siempre identifiquemos los mismos sitios como los escenarios en donde todo lo irregular ocurre. Un Estado Social de Derecho, tal como lo define nuestra Constitución, es aquel que está en condiciones de brindar protección y oportunidades a todos sus habitantes, comenzando por los sectores más débiles.
Las regiones anotadas, presentan un déficit muy notorio de protección, y esta es la razón por la cual se hallan sumidas en la más profunda crisis.
Desde el gobierno de López Michelsen se ha hablado de la urgencia de “cerrar las brechas” para que en Colombia no existan regiones de quinta categoría, que señalen la indiferencia y la negación del Estado, en donde sus habitantes están condenados a padecer la violencia y a debatirse en escenarios carentes de oportunidades y colmados de toda la problemática posible.
La Zonas de Planificación y Desarrollo, podrían abrir una esperanza para canalizar la inversión, y para atacar los flagelos que todos los días nos estremecen.
Comentarios