Entre salchicha y salchichón

Eduardo Durán

El debate que se ha suscitado con motivo de la reforma tributaria, en el sentido de colocarle impuestos a los alimentos ultraprocesados y a las bebidas azucaradas, ha puesto al descubierto una verdad desgarradora en torno a la dieta de la mayoría de los colombianos.
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Para cualquier persona del común, el recurso al que más apela a la hora de alimentarse, es el que ofrecen las 450.000 tiendas de barrio que existen en el país y no es otra cosa que el de aplacar el hambre con salchichón, salchichas, pan y una bebida azucarada, llámese gaseosa, jugo envasado, o cualquier derivado.

Mas allá de ese impuesto para evitar su consumo de estos alimentos y bebidas, es importante el diseño, por parte de las autoridades de salud, de un plan que permita educar a la gente sobre las alternativas de consumo alimenticio, pues con ese esquema no solo no se está nutriendo la persona, sino que está exponiendo su salud a cualquier cantidad de enfermedades, pues en la mayoría de los casos, el bienestar del individuo no es otra cosa que el reflejo de lo que come.

La gente del común, cuando consume, apela a esas alternativas, porque son buenas de sabor y además, son baratas, y están al alcance en cualquier tienda; pero esa ignorancia, no solo les costará su salud, sino que además puede ser la causa por la cual los sistemas de atención se encuentran colapsados y sus costos desangran los presupuestos de las entidades públicas.

La vigilancia sobre el estado de nutrición de los colombianos tiene que ser una política pública irrenunciable, pues el inapropiado consumo de alimentos no solo atrofia la salud de los adultos, sino que va a ejercer un daño irremediable en los niños, que no encontrarán los nutrientes necesarios para que su condición mental llegue a funcionar adecuadamente. 

Y la mayoría de estos equívocos, nacen en la ignorancia, porque no hay quien oriente, y a su vez las mismas personas encargadas de atender las deficiencias de salud, se concentran en aplicar paliativos, pero no en indagar las causas, para generar un esquema educativo, en donde se enseñe al paciente a tener cuidado con los alimentos que consume.

Los mismos medios de comunicación públicos, no imparten información al respecto, y por eso llegamos a la triste realidad que nos ha mostrado la reforma tributaria: que hay que proteger el expendio de esos alimentos, porque son los que consume mayoritariamente la población, y sobre todo los más débiles.

Al paso que vamos, no podremos sorprendernos, que dentro de muy poco, esa desnutrición nacional sea la principal calamidad pública que tengamos.

¡Hagamos región y apoyemos lo nuestro!

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EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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