En grande y con grandeza

Eduardo Durán

Los colombianos estamos digiriendo los resultados de las elecciones últimas, que nos dejan a nuevos inquilinos en las gobernaciones y alcaldías del país.
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Es lo que se denomina el poder desde las regiones, en donde los ciudadanos tienen fincadas muchas esperanzas.

Allí está concentrada la expectativa de lo que será la solución de los grandes problemas que padecen las comunidades, que según los temas ventilados se resumen en seguridad, lucha contra la corrupción, desarrollo de infraestructura, empleo y el enfrentamiento del angustiante fenómeno climático.

Los nuevos mandatarios deben tener en cuenta que, para poder responder a esas enormes expectativas de los ciudadanos, es necesario pensar en grande para estar en capacidad de abordar soluciones futuristas y de alto impacto; y, por otro lado, actuar con grandeza, para saber recoger lo que piensa el todo, y para estar en condiciones de actuar con elevación espiritual, dignidad y transparencia.

Quienes resultaron elegidos, entran a gobernar en representación de toda la comunidad, lo que significa el respeto por la diferencia y la acción dirigida al conjunto, es decir, siempre pensando en la totalidad de los gobernados.

El poder suele transformar a la mayoría de las personas, que se dejan envolver por todo lo que significa el alcance de las facultades de que disponen; también por la adulación, por las malas compañías y por los intereses ocultos de muchos de los que se acercan al poder fingiendo un aprecio y pretendiendo una amistad no merecida.

Y todo ello suele desembocar en la aparición de pasiones, de equivocaciones, de desviaciones del poder y de la supremacía de elementos nocivos como la arrogancia, la vanidad y la soberbia, tres elementos que llevan al traste, y que terminan alejando a los gobernantes de sus electores, de los ciudadanos en general y hasta de quienes han sido sus amigos de verdad; y los colocan al borde del despeñadero, en donde los esperan monstruos de mil cabezas que los llevan a la perdición y al ahogamiento de todas las aspiraciones ciudadanas.

Por eso podemos decir que, el compromiso es grande, y que la grandeza debe prevalecer en cada uno de los actos del gobernante; y para que ello impere, es necesario luchar por la preservación de una mente ecuánime, serena, alejada de las pasiones y siempre centrada en los elementos de justicia y del alcance del bien común.

El camino apenas va a comenzar; a partir del primero de enero, vendrán cuatro años en donde tendrán que tomar decisiones todos los días, frente a un escenario de múltiples amenazas y de enormes expectativas. ¿Están preparados para comenzar? Los ciudadanos serán los jueces implacables de esa actuación. El deber es el de ofrecer un apropiado y agradable espectáculo.


 

Eduardo Durán Gómez

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