La paz es la prioridad

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Son muchos los problemas pendientes de solución en Colombia. Se han acumulado tantas distorsiones en el manejo de la nación, que los desajustes abundan en todos los campos. Lo del Estado Social de Derecho consagrado como norma en la Constitución, no es más que una expresión vacía. La democracia misma es una ficción.

La pobreza extrema que padece un alto porcentaje de la población nacional, más el déficit en salud, en justicia, en educación y en otras satisfacciones esenciales, configura una crisis de profundidad. Todo eso tiene al país en emergencia y cotidianamente se siente. ¿De dónde provienen tantas carencias? De las políticas de Gobierno. El sistema está hecho para los privilegios. Es la acumulación de la riqueza en beneficio de muy pocas personas a costa de la miseria que arrastra la mayoría de los colombianos, para los cuales no hay protección en ningún nivel. Es una historia de desatinos repetidos, frente a los cuales lo predominante ha sido la indiferencia y sobre todo, la complicidad que proporciona réditos abundantes.

Son muchos los desvíos consentidos. La corrupción ha hecho metástasis y semejante desbordamiento abarca tanto al sector público como al privado, los cuales se confabulan cuando de alzarse con los recursos oficiales se trata.

Las mafias del narcotráfico que tanto poder han establecido, dejan un saldo de degradación en todos los frentes de la nación. Esa ha sido una tormenta de efectos devastadores, superior a la capacidad defensiva del mismo establecimiento. Con el narcotráfico se hizo trizas la institucionalidad. Todo lo contaminó. Los recursos que proporcionó alimentaron las diversas formas de violencia, más las trampas y generaron la codicia, dándole paso las operaciones de enriquecimiento ilícito y a la laxitud de las conductas de quienes han tenido el manejo de la nación.

Todo esto es de una gravedad inocultable y pone en altorrelieve las debilidades de Colombia. En tales condiciones el conflicto armado ha encontrado soportes para ganar terreno, como lo ha demostrado en medio siglo que tiene de escaladas consecutivas.

Al lado de la corrupción, el conflicto armado es el mayor desastre que padecen los colombianos. Es la suma de muchos males, a los cuales se les ha dado un tratamiento superficial. Porque son problemas que afectan la vida de todos en una medida abrumadora.

Por eso la prioridad es la paz. Y esta no se reduce a la desmovilización de los grupos armados. Impone, además, correctivos de fondo. El país no puede prolongar la inequidad, ni el abuso del poder en que incurren muchos de los que llegan a los cargos públicos. No puede haber más permisividad con la pobreza, ni con la violación de los derechos humanos o los derechos sociales. No caben más exclusiones. Ni autoritarismos, ni despojos de campesinos de sus tierras, ni extorsiones de bandas criminales, ni escaladas de ningún frente contra la seguridad de cualquier colombiano.

Hay que ponerle punto final a la guerra. Hay que quitarles el poder a los guerreristas, quienes han hecho de la violencia contra sus compatriotas un negocio lucrativo cargado de atrocidades.

Credito
CICERÓN FLÓREZ

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