La fiesta

“…el deseo de una finca en crecimiento, las fiestas con buen tiempo de duración, el sonido del violín, tantas veces trajinando la tristeza, tantas veces abriéndole los ojos a la alegría, el violín que tanto me enternecía el alma tuve que cambiarlo por la música de un fusil, …”
(Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Vélez, 'Tirofijo')

Más le sirve al país un instrumento musical que una arma. Más se gana con una fiesta popular que con un conflicto. Es mejor una quema de pólvora que una balacera. Se disfruta más de una cara alegre que de una reflejando duelo. No se puede comparar a una comunidad integrada alrededor de una fiesta popular a una dividida por intereses ajenos a su bienestar. Preferible abrir espacio a la alegría que al dolor. Esto no se tiene en cuenta cuando se ignora la importancia de la cultura en el desarrollo de una comunidad y cuando se olvida el papel jugado por la fiesta popular en los procesos de paz, como en el caso del Tolima.

El mejor ejemplo, en ámbitos nacional e internacional, es el Festival Folclórico Colombiano, creado contra viento y marea en plena violencia. El Presidente de la época lo autorizó cuando los proponentes le dijeron que no se requería de un solo policía para reforzar la seguridad porque se trataba de una fiesta del alma tolimense. Ibagué demostró su civismo, la Nación la respaldó, el Tolima mostró lo mejor de su folclor y la comunidad se integró con alegría respaldando un proyecto  que tendió un tapete de pétalos de rosa y de música sobre una tierra manchada de sangre y de dolor. El experimento se trasladó al Huila y sirvió para iniciar las fiestas del retorno en los municipios del Tolima más afectados por la violencia. El ejemplo cundió y en Alpujarra y Dolores unas investigaciones sobre Arte Rupestre fueron acompañadas de fiestas populares, a las que no se opusieron los alzados en armas con influencia en la región. Las cosas del alma deberían avanzar sin oposición y con el pleno apoyo de la comunidad.

La fiesta y la paz pueden y deben ir de la mano. La alegría tiene derecho a posar en el alma y cuerpo de todos los colombianos que quieren vivir sin violencia y poner punto final a las causas de la misma. Fiesta y paz. Paz con fiesta. Preparémonos con optimismo para disfrutarla con la alegría que se vive en una fiesta popular y aprovechemos la oportunidad para dar una mirada al Festival Folclórico, teniendo en cuenta su historia, sus objetivos, sus logros y fracasos, y lo que debería significar para la cultura del Tolima. Pero esta mirada no debe estar cargada de oportunismo, politiquería y desconocimiento del tema. Ya el Concejo de Ibagué abrió la puerta para un diálogo sobre el tema, así el vuelo se inicie con alas sin plumas. El problema no son los costos ni lo más importante son los reinados. Lo central deben ser los objetivos. La fiesta popular deja de serlo cuando es controlada por el gobierno que únicamente debe apoyarla. Difícil es, eso sí, lograr la adecuada participación de la comunidad, especialmente ahora que hay gestores culturales apoyando la prostitución de la cultura y que viven de la cacería de recursos para la cultura, especialmente de patrimonio, para llevarse los plátanos y las tajadas. Muy arrancada de las crines la idea de “que Infaibagué tome las riendas del certamen y lo convierta en un negocio”.

El autor de la propuesta, por lo menos, reconoció tácitamente que está urgido de un curso intensivo de alfabetización cultural para entender que la fiesta popular no se puede comercializar. La búsqueda de la utilidad económica ha conducido la fiesta popular al traqueteo, a su prostitución y a su desaparición.

La fiesta oficial del Departamento es el San Juan y el extender su celebración hasta el San Pedro no pasó de ser un volador sin mecha. Los resultados en lo cultural son lastimeros. Pueden ser peores si continúan espectáculos donde se torturen animales durante la celebración del festival. De pronto valdría la pena un poco de ilustración sobre la utilidad de los reinados. Somos muchos los que creemos que solo sirven para faltar el respeto al pudor y a la dignidad de la mujer. Para no mencionar otras carajadas.

Los primeros festivales fueron exitosos por la claridad de sus objetivos y el espíritu cívico de los ibaguereños. Es lo primero a rescatar si se quiere volver al Festival Folclórico como fiesta popular.

Ñapa.- Semana de Teatro: 22-27 de octubre. Séptimo Encuentro Nacional de Escuelas de Teatro, con participación de Argentina. Una oportunidad para disfrutar el Teatro con charlas, conferencias, talleres, funciones y espectáculos, gracias al esfuerzo de la Corporación de Artes Escénicas del Tolima.

Credito
HECTOR GALEANO ARBELÁEZ

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