Colcha vieja

1.- Como de costumbre, el fraile terminaba los oficios religiosos a las siete de la noche, recogía las limosnas del día y se iba para el embarcadero a jugar pablillo y dado brindando chirrincho. Una noche de luna llena perdió todo su dinero y en busca del desquite aposto su sotana.

Se la quitó detrás de un matorral, se la entregó al ganador y avergonzado, solo con los pantaloncillos de amarrar en el dedo gordo, se fue por la orilla del río Magdalena y se internó en el monte. Ahora, después de tantos años, los campesinos ven su sombra vagando por entre los guaduales.

2.-A pesar de lo remilgada que era aceptó acompañarme a las fiestas de San Juan, no sin antes advertirme que tenía que acabar de lavar el atado de ropa que dejo a la orilla del Magdalena. La esperé contando estrellas hasta que acepté la invitación de las tamboras y los voladores para participar en la alborada en el pueblo. Entre chicha y chicha mis compañeros se enteraron de los motivos de mi aburrimiento. No sea pendejo, mijo uno de ellos. No la espere más que se la llevó el muán.

3.-Compré el mercado, amarré los jotos en la cabeza de la silla y me puse a beber con unos amigos hasta que me cogió la noche y ya prendido y medio dormido me monté en mi mula, Monita, y le solté la rienda. Conocía el camino, advertía los peligros y caminaba segura. De pronto se paró al entrar a la quebrada. La toqué con las espuelas y apenas levantaba las orejas como para tratar de averiguar por qué tanto ruido. Se me pasó la rasca cuando me di cuenta que eran las brujas, pero no me dio susto. Me acordé de una historia de mi abuelo, me levante sobre los estribos y orine las orejas de Monita. Santo remedio. Las brujas se fueron furiosas, retomamos el camino llegamos tranquilos a la finca.

4.- Era el más rico de la vereda. Había hecho plata, en la violencia de los cincuenta, robándole tierra a los campesinos. Nadie le debía un favor. Vivía solo y así murió. Casi no se consiguen las personas para llevar su cadáver al cementerio del pueblo. De mala gana ayudaron a armar la perihuela para cargarlo, su cuerpo fue cubierto con hojas de higuerilla porque nadie quiso prestar una sábana. A medida que se avanzaba en el camino el muerto cogía más peso y había que reforzar la perihuela y conseguir mas cargadores. La última parada fue cerca del Río Muerto, así llamado porque dejó de bajar pescado. Se arrancó de nuevo, se sintió más peso y al llegar a la orilla del río, la perihuela se partió y el muerto se fue río abajo. Pocos días después reaparecieron los pescados en el río y retorna la armonía a la vereda.

5.- Vendí la cosecha y me fui para el pueblo a comprarle unos juguetes a los güipas y un regalo a la mujer. En la tienda de Roberto, al lado de la iglesia, armamos chipa y nos pusimos a beber. De pronto entró muy afanado Milciades a  advertirme por ahí andaba Nepo armado buscándome para matarme. Salí de la cantina y me conseguí un cuchillo de carnicero, lo tapé con el poncho y regresé a la tienda, porque, eso sí, no nací asustado. Al rato entro Nepo con la pistola en la mano. Por fin lo encontré, me gritó. Me pusé de pie con el cuchillo en la mano y él me apuntó con la pistola. Me pegó nueve tiros y el hijueputa me mató.

Credito
HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

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