Tierra, corrupción y violencia

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La violencia en nuestro medio ha estado muy relacionada con la tierra, elemento que desde la antigüedad ha originado luchas por su posesión y sacrificio de vidas humanas por conservarla o aumentar su extensión. Con el descubrimiento de América el 12 de octubre- lo que ridícula y eufemísticamente se llama Día de la Raza- se inicia un proceso de despojo violento de tierra del aborigen y de destrucción de una cultura que no ha concluido.

No es raro, como nos lo enseñaron, que desde esa época los responsables de la violencia sean las víctimas, costumbre que se institucionalizó y a la cual nos acostumbraron. De nada sirvió lo que llamaron “grito de la independencia” que no pasó de ser un evento para favorecer comerciantes y terratenientes y fortalecer el despojo de tierra de indígenas.

Entraron los militares al juego recibiendo tierras por pago de servicios prestados, algo que llegó hasta la dictadura de Rojas Pinilla, cuando la corrupción estaba llegando a las justas proporciones de Turbay Ayala y el narcotráfico no tenía aliados de la talla de Ernesto Samper y su ministrico de guerra. Se fortalece el robo de tierra, incluyendo las del Estado, y se afianzan las alianzas terratenientes- guerrillos- paracos- parapolíticos- desfalcadores y funcionarios y uniformados corruptos. Nada qué hacer.

La rumba es de los corruptos y de la impunidad. Los Moreno, los Nule, Interbolsa, Invercolsa y Palacino se ríen del país. Los asesinatos de Gaitán, Galán, Gómez Hurtado, Garzón, la Unión Patriótica, Guillermo Cano, Bernardo Jaramillo y muchos periodistas continuarán en la impunidad por lógicas razones por todos conocidas. Luis Camilo Osorio fue fiscal, para algunos para fiscal, y como premio a la mano tendida a los financiadores de los paracos fue embajador de Colombia.

Ernesto Samper fue narco-presidente y como sanción moral, Santos lo manda a representar a Colombia en un organismo internacional. Es un teje-maneje de delinca y tape que va de la mano de la violencia y el manejo de los medios de comunicación. Por algo se guardó silencio frente a lo de la simpática periodista rubia que practicó tiro teniendo como blanco a un guerrillero amarrado, en un cuartel de paracos, cuando iba en busca de una de sus tradicionales chivas.

Y en medio de esta especia de circo romano se vuelve a intentar la paz contra la voluntad de quienes se benefician de la guerra. La mayoría de los colombianos ve con buenos ojos las negociaciones que se adelantan en La Habana. Iniciaron por el principio, tocando el problema de la tierra que, de acuerdo con Juan Camilo Restrepo, depende de restitución, formalización y políticas de desarrollo rural. No es nada fácil. El despelote moral no tiene límites. Hasta en las universidades se manda al carajo la propiedad intelectual. Prima el interés particular sobre el público y nadie respeta el valor de la palabra.

Pero, jugándole al optimismo, no se puede aplaudir que el nuevo ministro de agricultura solo exhiba como experiencia la castrada de una ternera, que el de medio ambiente no sepa distinguir entre un río y una quebrada y que se cree un superministerio para atener la clientela distinguida.

Sin embargo, se puede intentar creerle a Santos cuando se compromete con un país en paz, con equidad y educado. Vale la pena jugarle al cuento e intentar que la paz sea el gran objetivo nacional.

Credito
HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

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