Pasado y presente

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

El batallón de soldaditos de plomo, con caballería, infantería, artillería y grupo de enfermería, era lo primero que ubicábamos después de hacer el nevado y los ríos La Yuca y Totare con algodón y el lago con el espejo grande del tocador. Los pescados y los patos eran de plástico y de colores. Todos trabajando con la ayuda de chinches del pueblo que disfrutaban los buñuelos y la natilla preparados por la abuela y la bisabuela. Al taita solo lo dejábamos asomar cuando llegaba con los dulces. Ustedes el corral con los curíes, ustedes el de los pollitos recién teñidos. Los que van por el musgo por los lados del rancho de Angurria aprovechen para recoger terrones del incienso que se da en las bases de los helechos. De donde las Congolas y las Llanitos traigan maticas con flores. Ocho días trabajando a puerta cerrada, con una felicidad que no nos cabía en cuerpo. Lo más complicado era la hechura del sitio del nacimiento del Niño Dios, un muñequito rosadito de plástico, con vaquitas, burro y ovejitas.

Duro para los de los dos pueblitos con caminos de piedra del río, y la finquita cafetera con beneficiadero y secadero. Revisión y reacomodo atendiendo lo opinado por todos. El 16 se abría la puerta de la sala para recibir los güipas que llegaban con sus taitas a rezar la novena, cantar villancicos y comer sin medida buñuelos, natilla y dulce de siete sabores. Ese día se iniciaban los Aguinaldos a los que todo el mundo apostaba y muchos se disfrazaban. Beso robado, estatua, pajita en boca y siga la cuenta. Pero desde el 16 nos tocaba hacer turnos para llevar en bandejas natilla y buñuelos, cubiertos por servilletas tejidas y bordadas por mamá, a vecinos y amigos. El 28 hacíamos los Inocentes, de toda clase, incluyendo un asalto al pueblo. Todo el mundo caía y todo el mundo reía. Después nos alistábamos para el Año Viejo. Muñeco que velábamos en la Casa Consistorial para después llevarlo en desfile fúnebre hasta Los Tanques y luego llevarlo a la plaza para su quemada bailable. Todos en el pueblo éramos como una sola familia que todo lo compartía, especialmente la alegría y el sentido de humor. Mi bisabuela y mi abuela no fueron testigos del cambio. Afortunadamente.

*.- Aquí entre nos y sin posar de pendejos, ¿no se le ha ocurrido pensar que el país se paralizará cuando se acabe la corrupción, la venta de justicia, el robo de tierras, el enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias y el narcotráfico, entre otras vainas?

*.-Una funcionaria del municipio hizo mención al chantaje de algunos periodistas para hablar bien de Luis H.. No descubrió que el agua moja.

*.- La flor de la corrupción de Ibagué recibe abono con buen porcentaje de potasio con algo de un premio de literatura ganado por uno de los organizadores y jurado del mismo. Chichiguas de un premio no pagado, salditos de Astoldanzas, lo que dejaron del grupo de Alirio, los aportes de la galería encantada, los pasabocas, etc. Hojitas de las academias vergelianas de corta lengua y plagio y parte de la limosna pedida para publicar un libro. Y la floración se ayuda con firmas no falsificadas.

*.- Todo el mundo habla mal de Luis H., hasta el punto de convertirlo en barranco de cagar. Pero no se hace mención a sus asesores, colección de trepadores, mediocres y desleales que lo ayudaron a joder.

*.- “Estudiar más para ganar más, el lema”, título de una columna de un dizque experto en educación, solo recordado por el cobro de traslados de maestros. Lo de servir no cuenta, lo importante es el dinero. Solo una iluminada frase de un egresado de la Casa Panda, de Ambalema.

*.- Me alegra, tanto como a mi familia, la recuperación de Monseñor Orlando Roa, obispo de Espinal. Como párroco fue mi palanca de apoyo en proyectos culturales y de conciliación en el Valle de San Juan (Padre Jesús y Real de Minas El Sapo) y en Santa Isabel (celebración del Centenario de Fundación). Humilde, estudiosos, mejor pastor, vocación de servicio y colombiano ejemplar

*.- Para los montañeros no existe mejor sitio de encuentro que una fonda campesina, con arrieros, jornaleros, compadres y enamorados compartiendo música interpretada con sabor a campo por artistas de la región. Da hasta para recordar cuando el bolero se bailaba en una baldosa, pechito con pechito y chitico con chitica. Están invitados.

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