Cañando sin trapiche

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Al paso que va la verborrea, la propaganda, la alharaca, las tacadas a diez bandas y las triquiñuelas de los dueños del poder, los campesinos se van a quedar sin tierra para cuando se firmen los acuerdos de La Habana. Sin tierra y con el medio ambiente vuelto vísperas de jueves. El Magdalena privatizado sin tener en cuenta la comunidad y sin meterle la mano a las posibles conexiones entre los del Balotomagdalena y los del recordado Dragocol, con ministrico a bordo. Como la privatización de lo público es buen negocio, y lo mejor si es migo con migo, Isagén espera el mejor postor entre uno.

Sin consultar a las comunidades se les abrió el portón a los extractivistas para que hagan lo que les venga en gana con el tejido social, la cultura y el medio ambiente, en las zonas víctimas de unos conquistadores que fletan conciencias de quienes, sin pensar en el futuro de los colombianos, tienden el petate al mejor postor, se llevan las utilidades y dejan la miseria

Entre más se demore la firmada, es más lo que van a joder a los campesinos, los indígenas y, en general, a los más pobres. Todo, para repetir la historia de siempre Quienes como víctimas queremos la paz, esperamos que se salga de la palabrería para ver cómo van a ser las apuestas. Nada se ha firmado y nos tienen hasta el cuello con los vividores del posconflicto, expertos en tumbar dinero del Estado, vendiendo específicos y reparando virgos averiaos con la colaboración de entidades oficiales que solo piden listas de asistentes a eventos inútiles pero costosos.

Mucho se dice que para lograr la paz nos tenemos que tragar sapos y ruedas de molino. Es cierto, pero nada se dice sobre lo servido que solo va encaminado a incrementar la pobreza y la injusticia de los campesinos, favoreciendo a quienes iniciaron la violencia por problemas de tierras. Entre sapos y ruedas de molino difíciles de digerir tenemos que aceptar que lo más importante que se viene es un fuerte trabajo de reconciliación, algo para lo cual es fundamental la cultura, tema no tenido en cuenta en las negociaciones de La Habana.

Mandaron al carajo la forma de vida de la comunidad, sus creencias, lo heredado, su visión del mundo y lo que quiere conservar. La riqueza espiritual de los colombianos se mandó de paseo. La música, la fiesta popular y el legado de los ancestros integran, recrean y abren las puertas para la reconciliación (basta recordar la iniciación del Festival Folclórico Colombiano) que es la que reclama nuestra colaboración para contrarrestar la arremetida orquestada por los negociantes de la violencia.

Queremos la paz. La necesitamos. Pero no se puede aceptar, ni por el carajo que el proceso sea para perpetuar la injusticia contra los campesinos, los más pobres y contra el medio ambiente, tema a cargo de un ministro que no considera humanos a los indígenas y por el cual el gobierno solo ha demostrado interés para favorecer a los que más daño le causan a los recursos naturales, como en el caso del Quimbo.

En medio del desconcierto económico, político, social y ambiental aparece en Ibagué un alcalde de opinión, Guillermo Alfonso Jaramillo, que con la bandera del medio ambiente arranca con la consulta contra los extractivistas y prendió las alarmas de quienes rondarían la Casa Panda de Ambalema. No faltarán los espacios de prensa fletados. Tema duro de moler por lo que puede significar para la paz y para el futuro del Tolima. Toca meter el hombro para barrer en la consulta y fortalecer la defensa del medio ambiente.

Ñapa 1.-*.-No lo olvide:

“…Hay que parar la guerra con la canción

porque solo el bambuco tiene permiso

de hacer llorar el alma de la emoción”.

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