No más de lo mismo

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Parece imposible encontrar un sobreviviente de los anteriores acuerdos de paz hechos con los alzados en armas, que entregaron sus escopetas a cambio de nada, que hoy recomiende a los guerrilleros de las Farc exponerse a un baño de sangre, como les tocó a ellos por el incumplimiento de los gobiernos de turno.

El proceso de paz no se puede galopar a lomo de los intereses de los acérrimos opositores que hoy tiene, quienes se muestran enfurecidos ante la posibilidad de que se les acabe el mayor de sus negocios: la guerra.

Debe primar el interés nacional y mandar para el carajo el color de los trapos partidistas de quienes hoy tienen en el Estado su mayor fuente de corrupción. Se ve la necesidad apremiante de una conciliación política, por darle un nombre, entre quienes controlan el país manipulando la comunidad, como sea, y haciendo prevalecer sus propios intereses.

Esta conciliación política debería incluir un compromiso de divulgar el código ético de cada grupo (partido, grupo familiar, tienda de votos), sus bases ideológicas, su rechazo a seguir feriando lo público, a la corrupción, a la impunidad y su compromiso sincero con la solución de los problemas sociales, incluyendo especial atención a las víctimas de la violencia, más que a los responsables de esta.

Los campesinos, los indígenas, los afros siguen siendo desplazados. Continúan los asesinatos de líderes sociales y de defensores de Derechos Humanos, algo inaceptable, mientras se negocia la paz que el país quiere y a la cual tiene derecho.

No sobra recordar que a partir de los años cincuenta del siglo pasado, tropas colombianas, con la ayuda de chulavitas y una “generosa y desinteresada” colaboración gringa institucionalizaron los bombardeos a zonas colonizadas por campesinos que huían de la violencia, para satisfacer el apetito insaciable de los terratenientes, generalizando el desplazamiento de los campesinos a otras montañas y a centros urbanos en donde no siempre fueron bien recibidos, a excepción de Ibagué que se distinguió por su hospitalidad, hasta el punto de ser conocida como la Capital de los desplazados.

Medio Ibagué es de desplazados, entre los cuales se incluye un grupo que la dama de los huevitos no aceptó en Cundinamarca. Ibagué fue tan amable con ellos que bajo la dirección del artista Carlos Duplat, construyeron un enorme teatro por los lados del Estadio, escenario donde se presentaban obras con desplazados como actores, siempre con buena asistencia.

La suerte de los campesinos del sur del Tolima que se negaron a abandonar su terruño en nada cambió. Bombardeos, atropellos, racionamiento de alimentos y medicinas, satanización y desplazamiento constante… Un destino diferente les tocó a varios comandantes guerrilleros que fueron asesinados después de haberse amnistiado.

Famoso el caso de Charro Negro cuyo asesinato tuvo como autor intelectual al gobierno y como autor material al guerrillero Mariachi. Este hecho obligó a muchos guerrilleros a retomar las armas para defender su vida. Esto es solo una parte de la historia que quienes deseamos la paz, esperamos no se vuelva a repetir.

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