Sables envainados y ética olvidada

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

El que un billete de tres pesos proponga el voto para los militares no pasa de ser una jugada de oportunismo pendejo y una demostración de ignorancia del pasado. Antes, desde que se inició la república, cada partido tenía su propio ejército, para sostener las guerras civiles que llenaron de sangre al país y empoderaron a unos pocos que quedaron acostumbrados a la violencia para defender sus intereses.

Cuando el general Reyes Creó la Escuela Militar, se inició la formación de oficiales de carrera que juraban defender la Constitución. No dejaron de faltar lunares. El general Gil con intento de golpe a López Pumarejo en Pasto y el coronel Forero Gómez con el intento de golpe a la Junta Militar el 2 de mayo de 1958, que fracasó por la faltoniada del mayor Héctor Clavijo a quien previamente se había ubicado como comandante de la Policía Militar.

Existió la Policía Nacional y la Policía Departamental con oficiales nombrados a dedo. Recuerdo que en Santa Chava cuando había policía departamental, recogían a los chinos conservadores y los llevaban a empujones a hacer aseo de la consistorial y la cárcel.

Me salvé porque cuando me echaron mano salieron mi taita, mi abuelo, dos tíos y varios vecinos armados y enfrentaron a los policías. Cuando llegaba la policía nacional, todavía sin los chulavitas, hacían lo mismo con los muchachos liberales. Una vez un policía llevaba golpes a Jacinto Cruz Usma, un muchacho tímido y fortacho de la Humareda que quería aprender sastrería, con el patricio liberal Manuel García y que ordeñaba en San Carlos, una finca de Rafael Giraldo.

Cuando llegaron a la esquina de los Giraldo, Jacinto le dio un tiestazo al policía y se abrió a correr por los lados de la casa del sepulturero, siguió a los potreros de mi abuelo y se fue por los lados de Santa Teresa, donde la gente le avisaba cuando se acercaba la policía y alguien le regaló una carabina para que no se dejara joder.

Con el paso de los días, se le acercó un campesino armado y le dijo: ya somos dos. Y los dos combatieron con una comisión de la policía y dieron de baja a dos uniformados. Fue la iniciación de la leyenda de Sangre Negra. Leyenda mal contada y comercializada por necrófagos de medio pelo.

La chulavita, policía del gobierno conservador, llegó a Santa Chava, al término de una comisión que arrancó de la Sierrita, pasando por Junín y Santa Teresa, de la mano de Humberto Ardila, posteriormente personero, quien exhibía un collar con 33 orejas de liberales. Fuerzas armadas politizadas para el post conflicto? Una forma de darle entierro, de tercera, a la paz.

**A lo mejor le sale una oportunidad a Silverio Gómez que luego de ser sacado a sombrerazos de la Cámara de Comercio de Ibagué, reapareció como fletado opinador, llamando criminales a los u´wua por defender su territorio.

** Las vainas que toca ver aquí todo es posible, menos acabar la corrupción.

** Del carajo la demostración que hace el cerebro negro del uribismo José Obdulio, bendiciendo los delitos de Jorge Pretelt, quien hace rato ha debido salir del cargo. Menos mal que el senador liberal del Tolima Guillermo Santos, egresado de la Facultad de Ingeniería Agronómica de la UT y de Santa Chava, le puso el tate quieto al intento de anular la investigación que se sigue contra el magistrado.

** Pase lo que pase, le juego a una UT en donde sea importante la ética, el diálogo, el sentido de pertenencia, la excelencia académica y la vinculación a los problemas de la comunidad. Lógicamente le juego a la paz y la consulta popular contra la minería.

Comentarios