¡Sí! …a la paz

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Me sobran razones, como víctima y estudioso de la violencia, para votar Sí por la paz. Mi taita, un hermano y un tío amigo fueron asesinados y con mi familia conocimos lo que es la impunidad en un país sobrado de corrupción. Compañeros de escuela o de trabajo en el campo fueron asesinados por vivir en el campo o dados de baja por hacer parte de grupos armados ilegales. Triste recibir la noticia o asistir a las honras fúnebres de un compañero de ejército dado de baja en orden público.

Entre tristeza y amargura tocó recibir las noticias de la muerte en combate de compañeros de tertulias y talleres de la UIS que prefirieron los fusiles a los libros. Repasando recuerdos de la violencia, especialmente en el Tolima, me llega a la memoria una charla con mi bisabuela materna sobre el asesinato de Jesús María Arbeláez, un tío abuelo, el 24 de junio de 1917, en Junín con el posterior incendio del pueblo. Mijo, me dijo, eso nunca se hace, y no lo olvide: la sangre nunca se lava con sangre! Recemos una oración por el alma de Jesús María.

Con semejante carga al hombro no puedo hacer algo diferente a votar Sí por la paz. Me importa un carajo los partidos que nos llevaron a donde estamos. Prefiero pensar en los campesinos y en las nuevas generaciones. Soy un enamorado de la vida y de la naturaleza. Creo en la necesidad de la justicia, la reconciliación y la paz. La guerra solo ha favorecido a los mercaderes de la violencia y de votos. La paz, que no se logra con solo una firma, significa bienestar espiritual y material para los colombianos.

Necesita un periodo de cuadre de cargas bajo la vigilancia de los colombianos para que las leyes y decretos reglamentarios necesarios para cumplir lo pactado sean expedidos antes que los colombianos se vuelvan a sentir engañados y traicionados. Se debe exigir proyectos pedagógicos para convertir en realidad la conciliación, iniciando en las instituciones educativas con población infantil.

Viene un periodo de lucha para cerrarle el paso a la violencia y para lograrlo son muchas las tareas, entre ellas erradicar la corrupción y con lo que le saquen a los evasores de impuestos sobra plata para el post-acuerdo.

Se necesita transparencia no solo de las Farc, sino de todos los que de una u otra forma han estado vinculados al conflicto interno. Esa verdad sobre los hechos de violencia más graves que ha padecido Colombia, es la clave que nos puede conducir a todos a un futuro con paz.

Las vidas salvadas y los recursos economizados gracias a las negociaciones de La Habana demuestran que el proceso va por buen camino y justifican las esperanzas de los colombianos de ser testigos de la finalización de la guerra y de disfrutar un país en paz. Un homenaje a las víctimas y una sonrisa de esperanza para las nuevas generaciones. Mi voto por la paz es una oración por mi bisabuela.

Ñapa:

* El artículo 22 de la Constitución Política señala: La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. El papel puede con todo y los politiqueros han hecho todo menos darle cumplimiento a este precepto constitucional. Hasta ahora, después de más de dos décadas, vamos a tratar de cumplir lo establecido en este artículo.

* Los que sí han puesto un punto muy alto en este proceso de paz y han dado ejemplo, son los militares tanto de las Fuerzas Armadas como de la Policía, que al lado de los guerrilleros, se dedicaron durante cuatro años a construir con disciplina y sin protagonismos, el acuerdo de paz que el 2 de octubre refrendaremos los colombianos.

Y hay que verlos y escucharlos ahora en la pedagogía del mismo acuerdo, comprometidos, sin arrogancia, con esa hoja de ruta de nuestro futuro. Les dan mitad de partido a muchos ministros y politiqueros.

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