Nuestro santo padre, el Papa

Mario García Isaza

Entre las manifestaciones concretas de adhesión a la Iglesia están el afecto, el acatamiento filial, la devoción por la persona del Sumo Pontífice. El documento de Puebla señala, entre los elementos de religiosidad popular, “el afecto cálido por la persona del Santo Padre” (N° 454).

San Vicente de Paúl nos dice: el Papa “es el padre común de todos los cristianos, la cabeza visible de la Iglesia, el Vicario de Jesucristo, el sucesor de San Pedro; le debemos obediencia todos a este pastor universal… Entreguémonos a Dios para obedecerle debidamente, y para recibir bien todo cuanto venga de su parte… A él, el Salvador le ha dado las llaves de la Iglesia… Por eso hemos de mirarlo en nuestro Señor y a nuestro Señor en él.” (Conferencia del 19 de diciembre de 1659).

Todavía nos emociona el recuerdo de la visita que el Papa Francisco nos hizo el año pasado. ¡Qué espectáculo maravilloso fue el que pudimos presenciar: multitudes fervientes, de todas las regiones, de todas las edades, de todas las clases sociales, aclamando al Papa ! Y, más que eso, ¡qué abundoso banquete de doctrina, de aliento espiritual, de fe, de optimismo cristiano, de íntimos deseos de ser mejores, nos dejaron sus palabras!

Releer lo que nos dijo a pastores y fieles, lo que les predicó a los jóvenes en Bogotá, lo que nos enseñó sobre el amor al pobre, sobre los caminos para buscar la verdadera paz, sobre la dignidad del hombre, sobre la sacralidad de toda vida humana, sobre el respeto a Dios manifestado en el cuidado de nuestra casa común, y sobre tantas otras cosas entrañables, constituye una realimentación de la propia vida humana, cristiana, sacerdotal.

Está dándose en el mundo una oleada creciente, especialmente en los medios electrónicos, de ataques al Santo Padre, a su magisterio, al acatamiento que le debemos. Ya no es sólo la atosigante campaña del señor Galat, con sus extravagancias y sus delirantes manifestaciones de fundamentalismo cismático; me llegan desde hace algún tiempo unas páginas plagadas de sandeces y de irrespeto al Sumo Pontífice, que me hieren y me ofenden.

Páginas que, para ser más taimadas y dañinas, se dan a sí mismas nombres que hacen pensar en ortodoxia y amor a la Iglesia: Voto Católico, Infovaticana, Adelante la fe… Lobos arteros con piel de oveja. En ellas se tergiversa mañosamente cuanto dice el Papa; se controvierte su enseñanza, se atribuye a sus palabras un sentido que no tienen; se llega, en el colmo de la osadía, a insinuar la ilegitimidad de su pontificado y de su magisterio.

Es nuestro deber enfrentar y contradecir semejantes exabruptos. Tenemos la posibilidad de bloquear esos canales, así no nos llega su ponzoña; pero hagamos más: fomentemos el amor al Santo Padre, los sentimientos de profundo respeto, acatamiento y filial adhesión que le debemos. Y, claro está, como él nos pide, oremos mucho por él.

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