La soledad de las manifestaciones

Dos movilizaciones ciudadanas, realizadas en el 2011, quedarán grabadas como hechos importantes en la historia patria: las estudiantiles y la del próximo 6 de diciembre contra las FARC.

Las dos manifestaciones, que obvio se identifican por su capacidad de movilizar al país, aunque se parezcan en eso, son en esencia distintas. Las estudiantiles se realizan tras un objetivo, dentro de otros muchos,  prioritario e identificador: educación gratuita. La otra, fuera de la condena y rechazo, por demás necesario y oportuno frente a los actos inhumanos, cobardes y bárbaros de las FARC frente al secuestro y asesinato de personas indefensas, no tiene propuesta unificadora ciudadana hacia adelante. Constituye un acto de indignación humana, de rechazo al secuestro, a la violencia, al asesinato vil y cobarde de compatriotas indefensos. Pero –aunque mueve temas trascendentales – nada más.

Los destinatarios de las movilizaciones mencionadas, también son diferentes. Frente a las multitudinarias manifestaciones estudiantiles lo constituían funcionarios del Estado, en especial el Presidente de la República y sus Ministros. Y ellos percibieron las gigantescas movilizaciones, la solidez en la argumentación de sus propuestas, lo oportuno de abrir las puertas a un diálogo nacional sobre el tema. Otra cosa bien distinta – y por demás equivocada – es darle a las FARC el papel de destinatarios de la protesta. A ellos les importa un carajo si la movilización es grande, mediana o pequeña. No los mueve para nada ese tipo de expresiones ciudadanas. Palabras más, palabras menos constituye el silencio de una  manifestación de ese tipo; es perder el esfuerzo movilizador, el sano propósito de paz de los manifestantes, y la sincera esperanza de estar aportando algo para la pacificación nacional.

Dicha movilización –como la estudiantil- debería tener propósitos unificadores, y objetivos estratégicos comunes. Por ejemplo, abrir espacios de diálogo y negociación, más allá de los actores del conflicto pero involucrándolos a todos, con propuestas concretas: liberación de todos los secuestrados, cese completo de hostilidades, iniciación de conversaciones con intermediación internacional. Es como tirar un salvavidas para ver si el sujeto en apuros lo coge. Ojala sirviera para algo. Pero, solo el rechazo, por el rechazo, a ningún puerto nos llevará: ni bueno ni malo. Únicamente a comprobar la existencia de una indignación masiva y nacional. Y, para eso no necesitamos manifestaciones: sabemos que existe y entendemos su magnitud.

Cosa bien distinta, por ejemplo, lo constituye la movilización estudiantil, cuya segunda etapa será necesariamente discutir sobre el modelo de Estado y Sociedad que existe en Colombia. Interesante tema. En este caso, las movilizaciones logran su propósito estratégico. Ojalá viniera luego el diálogo sobre la reforma agraria, luego sobre el tema financiero, el de salud, vivienda, para hablar de algunos que se consideran trascendentes. La del 6 de diciembre debería ser la movilización por la paz, con dolor y congoja sí, pero también con propuestas para salir del infierno de la violencia que nos está acabando.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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