Disparos al aire, cocinando la paz

Lo único cierto, si se inicia un nuevo proceso de paz en Colombia, es que sería único e irrepetible.

Lo único cierto, si se inicia un nuevo proceso de paz en Colombia, es que sería único e irrepetible. Sobre todo, con la imposibilidad de calcar esquemas fallidos en años anteriores, y de pronto construido sobre lo construido en aspectos favorables, también de ejemplos exitosos en el pasado, en especial en relación con el adelantado con el M-19. El asunto, por lo tanto es de por si complejo,  desde su  planteamiento inicial. Si a lo anterior, le sumamos la beligerante oposición a cualquier tipo de diálogo entre el gobierno y la subversión, asumida por reconocidos dirigentes nacionales con aceptación en la opinión pública, y la obvia desconfianza nacional frente a la palabra de los insurgentes, de entrada, cualquier iniciativa en este sentido bordea un poco el terreno de lo impredecible. Sin embargo, sacar adelante una iniciativa de este tipo, constituye un reto histórico de indiscutible trascendencia para alcanzar un país en paz y con mayores niveles de convivencia social y ciudadana.

De ahí, que los actos en torno al diálogo y paz por parte de los insurgentes deben ser de un impacto tal, que permitan a la opinión pública percibir, en esa probable oportunidad, que el asunto –contrario a experiencias anteriores – va en serio y con todo para abandonar las armas y sobre todo, reconocer que la vía armada no es opción para acceder al poder en Colombia. Parece ser que el Presidente Santos aspira a jugar esa carta del póker histórico en Colombia, y en esa eventualidad el país  debería acompañarlo unido en ese difícil experimento de pacificación. Y, según acontecimientos recientes,  Santos puede estar  acariciando la llave de la paz bien guardada ahora en uno de los bolsillos del saco presidencial.

Con la designación del nuevo gabinete, el Presidente  mostrará sus cartas por jugar en el cercano y lejano futuro; además de evidenciar los ejes fundamentales que marcarán los objetivos estratégicos del resto de su gobierno. Necesitará pesos pesados de la verdadera política nacional a su lado, si se le mide a dar el primer paso, o mejor, a introducir la llave en la cerradura de la violencia, para consolidar nuevos espacios de pacificación y abrir escenarios novedosos de participación política. La renuncia masiva de su gabinete así lo indica. Ojalá –si se inicia un proceso con esa orientación - se presenten los primeros gestos de paz por parte de la guerrilla, que ya el país entero tiene claro, cuales deberán ser: liberación inmediata de secuestrados, cese verificable de hostilidades, fin a la extorsión y disposición para avanzar en dicho proceso. Nada más ni nada menos. Parece poco, pero arrancar de esas instancias, es supremamente difícil. La historia nacional lo ha demostrado.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

Comentarios