Disparos al aire: Al Procurador: que le piquen caña

La fortaleza del actual Procurador General de la Nación para lograr su reelección, está cimentada en un fenómeno inexorablemente ligado al ejercicio de la política en Colombia: el clientelismo.

No el común y corriente que se expande generosamente por la geografía nacional en conquista de ciudadanos de a pie y de alpargatas, por lo general sumidos en la pobreza y la desesperanza, para elegir ediles, concejales, alcaldes, gobernadores, representantes a la cámara y senadores, sino un clientelismo especial, digamos de cúpula institucional, que se practica entre un sector reducido de altos jerarcas institucionales.

La característica del clientelismo a la colombiana radica en que es esencialmente electoral, o sea, referido a elecciones y electores.


Universalmente se considera como un sistema de protección que los poderosos otorgan a cambio de sumisión y servicios.


Pero en Colombia, a partir del nefasto Frente Nacional, se institucionalizó el intercambio entre votos y puestos, que no ha podido erradicar ni siquiera las buenas intenciones de los constituyentes de 1991. Al contrario, al establecer un serio sistema de pesos y contrapesos al interior del Estado, los constituyentes no alcanzaron a imaginar, que en esa instancia de control autónomo, quedaba abierta la puerta para que el demonio del clientelismo entrara e hiciera de las suyas, todo dentro de una supuesta y perversa legalidad.


Al establecer en el artículo 276 de la Constitución la forma de elección del Procurador General de la Nación, se partía de la buena fe y acatamiento de los ejes fundamentales de nuestra Carta por parte de los más altos dignatarios del Estado. Pero, lo que se percibe aquí y ahora, constituye una seria afrenta de clientelismo de cúspide institucional, por cuanto se evidencia el cambio del voto –y la postulación - por puestos en dichas corporaciones, como se ha denunciado en el caso de los cuatro órganos decisorios en esta elección: Consejo de Estado, Presidente de la República, Corte Suprema integrando una terna de uno y el Senado eligiendo al único ternado. Obvio, Consejeros de Estado, Magistrados de la Corte Suprema y Senadores llenarán buena parte de la nómina de la Procuraduría con sus recomendados. Ese era el negocio. Así se pactó. Y, se cumplió dentro de una nefasta y perversa visión de legalidad clientelista.


A lo anterior, también es justo y necesario, adicionar la particularidad de que se trata de una reelección. Y, algo más, que el candidato a ser reelegido –por demás hábil y astuto en estas lides- puede meter susto y miedo, en sectores que intervienen en su reelección, para lograr su apoyo. Y eso, que el Procurador General de la Nación es el supremo director del Ministerio Público. Al que quiera más “que le piquen caña”.
                                 

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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