Patria ya descendió -sin perder solemnidad- de las nubes de loas y lágrimas a la tierra: más concretamente a la gramilla de la nación colombiana.
Y bajó desde altares ubicados muy altos, donde lo habían dejado sabios ancianos como Rufino José Cuervo al asimilar a la patria con la lengua: “lo más dulce, caro para el individuo y la familia ya que provenía de la oración aprendida del labio materno, del cantarcillo popular, del himno guerrero”.
Proeza poética igual también alcanzó Miguel Antonio Caro, con su patriótico y destemplado grito que recitamos sin comprender más de tres generaciones seguidas: “¡Patria! te adoro en mi silencio mudo/ y temo profanar tu nombre santo/ Por ti he gozado y padecido tanto/ cuanto lengua mortal decir no pudo”.
Para rematar con el aullido: “Madre eres tú de la familia mía;/ ¡Patria! de tus entrañas soy pedazo.” José Eusebio Caro, también lloró despidiéndose: “Adiós, patria
¡Patria mía/ Aún no puedo odiarte; adiós” Con igual gimo el inolvidable Julio Florez exclamaba: “Y pienso, oh patria, en tu afl icción, y pienso/ en que ya no he de verte.
Y un gemido profundo exhalo entre el negror inmenso”.
Mucho llanto, para hablar de Patria.
El poeta Carlos Castro Saavedra, a mediados del siglo pasado cogió el concepto de Patria y empezó a descender con él por las escaleras de los versos hasta traerlo a nuestra realidad económica, política y social.
Sentenció sabia y bellamente que el hombre podría decir que tenía patria cuando, entre otras cosas, pudiera andar por las aldeas y los pueblos sin ángel de la guarda; cuando la libertad entrara a las casas con el pan diario; cuando la espada que usa la justicia aunque desnuda se conservara casta; cuando al mirar la madre no se sintiera dolor en la mirada y en el alma; cuando en lugar de sangre en el campo corrieran caballos, flores sobre el agua; cuando el amor sacudiera las cadenas y le nacieran dos alas en la espalda.
Hoy por hoy el sentimiento de unidad nacional que cobija el concepto Patria –tierra natal o adoptiva ordenada como nación a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos – se expresa con inmensa pasión patriótica, de cuando en cuando, más que en el terreno institucional en el deportivo.
Ya no con llanto y profundos gemidos de poesía gris, sino con apasionados gritos victoriosos o de furia, que se escuchan sonoramente dentro y más allá de las fronteras patrias.
De ahí, que el enunciado de Patria, entendible y sobre todo sentido en la actualidad por la inmensa mayoría de una nación (suramericana en nuestro caso) no pertenece a la esfera constitucional, sino al fútbol.
El profesor costarricense Sergio Villena Fiengo, sustenta este enunciado, retomando la defi nición de Patria dada por el escritor y fi lósofo argelino-francés Albert Camus: “Patria es la Selección Nacional de Fútbol”. La Selección Colombia, por estos días, parece confi rmar esa tesis. Afortunadamente.
El concepto de Patria, ¡quién lo creyera!, ha evolucionado más rápido que otros de igual estirpe, también preservados en suaves mantos de nostalgia y poesía.
Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO
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