Disparos al aire: Tupinamba

Para los tolimenses que ya habitan el quinto piso –y de ahí para arriba- en el edificio existencial, el vocablo Tupinamba se asocia de inmediato con una hermosa danza –inmortalizada por Garzón y Collazos - de autoría del poeta, músico y repentista Adolfo “Pote” Lara, célebre personaje de Purificación y obvio de nuestra región.

Para los estudiosos de temas culturales y folclóricos tolimenses, en especial Helio Fabio González, -uno de los más destacados biógrafos del Pote Lara-, la razón por la cual el autor de Tupinamba escogió dicho título para la hermosa canción, aún no se encuentra del todo dilucidado. Podría ser, de pronto, por algo de dolor o furia que lleva el amor. Ese nombre parecía siempre tener olor a fruta o flores. Sin embargo, otro tolimense, William Ospina en su último libro “La Serpiente sin ojos” vuelve a citar a Tupinamba, perdido y enredado entre decenas de nombres de conquistadores, jefes indígenas, ríos, tribus, poblaciones que menciona en su amena y documentada obra. Pero ya la palabra no tiene olor a flores ni frutas sino a selva, aventura y sangre. ¿De donde entonces se inspiró el Pote Lara en ese lindo nombre para tan hermosa canción de amor?

En el relato de William, Tupinamba aparece como el lugar en el corazón de la selva donde se encontraría una ciudad de oro con forma de serpiente, argumento que utilizó Pedro de Ursúa en su propósito de convencer a la bella Inés de Atienza para que lo acompañará en la loca aventura que terminaría con sus trágicas muertes. Pero, las enciclopedias –en armonía con la historia narrada en la novela de William- hablan de Tupinamba refiriéndose a una tribu caníbal proveniente de la costa nordeste del Brasil. O de otra tribu –pero con tilde- Tupinambá. De resto, nada más. O sea, no damos pie con bola para descubrir la posible semilla romántica que inspiró a Lara el título de su tierno canto. Por ahora dejemos ahí, pero resulta oportuno recordar a nuestros paisanos que habitan del quinto piso para abajo, parte de esta melodiosa letra:


Una tarde la vi tan hermosa,

la vi tan risueña, la vi tan gentil
que sentí entre mi pecho una cosa,
tan dulce y extraña que no sé decir,
y en sus ojos busqué con anhelo
queriendo en sus ojos la dicha encontrar
y al hallar un abismo tan hondo,
tan indescifrable, me puse a llorar.
Desde entonces yo marcho errabundo,
sin halagos ni amor por el mundo
persiguiendo una dulce quimera
que allá en mi letargo
me llama y me espera,
y prosigo mi marcha indecisa
precedido de amarga sonrisa
hasta encontrar el soñado ideal
que alivie mi mal.

De todas formas, y gracias al Pote Lara, Tupinamba seguirá siendo para los tolimenses una referencia de amor. Afortunadamente.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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