Disneylandia electoral

De nuevo, otro paro: esta vez de los paperos. Y de nuevo, los paperos y una comisión oficial sentados alrededor de una larga mesa en las frías oficinas del Ministerio de Agricultura en Bogotá.

Buscando un acuerdo que permita el regreso de los paperos a sus fincas, previa la firma de un compromiso gubernamental relacionado con medidas económicas que favorezcan de manera inmediata a dicho sector agropecuario. Lo mismo que antes, es decir, igual a lo realizado con los cafeteros, cacaoteros y arroceros, hace pocos meses.  

Este paro ya estaba cantado. Como lo están en un cercano futuro el de los lecheros, de los ganaderos, de los avicultores para hablar solo de los sectores que hace rato gimen y lloran ante el desplome de sus actividades productivas. Y de nuevo, otra vez,- lo mismo que antes-, bloqueo de vías, carros incendiados en las carreteras, campesinos y policías golpeados en medio de las refriegas de protesta, mesas de negociación y acuerdos para levantar el paro. 

Lo preocupante del asunto, está en evidenciar que los acuerdos son  por esencia, de corto plazo. Hasta donde alcance la plata: 1.01 billones de pesos para los cafeteros, 10-000 millones de pesos para los cacaoteros en estos casos concretos. O sea, estamos sembrando de futuros paros, más radicales y duraderos, el horizonte político y social colombiano en uno o dos años. 

El modelo de desarrollo imperante constituye una verdadera bomba de tiempo que estallará con impredecibles consecuencias sociales y económicas, pero cosa rara, sin afectar –hasta ahora- el panorama político y electoral colombiano,  que permanece atado a asuntos de poca monta estratégica en desarrollo integral para la nación, pero muy vivo en los temas propios de la manera de actuar y hablar de dos o tres personajes destacados de la farándula política nacional. 

Parece increíble que el problema agroindustrial, tan grave y delicado para Colombia, no constituya en estos momentos tema central de discusión y propuestas alternativas frente a los próximos debates electorales. Vivimos en una gozosa Disneylandia electoral. Sin problemas urgentes económicos o sociales –salvo las conversaciones en Cuba - por discutir, confrontar civilizadamente, superar, o al menos intentar buscar salidas concertadas a largo  plazo. Tanto así que el panorama electoral se encuentra limitado, hoy por hoy, a tres apellidos. 

Y más sorprendente aún: ninguno de los tres personajes difiere en esencia con los otros frente al tema del modelo de desarrollo vigente en el país. Asombroso. Seguimos políticamente estancados en el centro derecha y el grueso de la opinión política nacional parece tentada a ratos a mirar solo para la extrema derecha como opción cercana de poder. 

Los cambios estructurales, por ahora, no parecen ser preocupación de las mayorías electorales. Y de seguro, los cafeteros, los cacoateros, los arroceros, los paperos, los lecheros andan felices política y electoralmente por esos senderos. Cosa bastante rara: el divorcio de lo político-electoral en relación con la concepción de desarrollo. Macondiano, diría algún despistado politólogo de provincia. 

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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