Más allá de las elecciones

Las próximas elecciones para Gobernación de Caldas y Alcaldía de Cartagena constituyen un reflejo actualizado del panorama político que se avizora en el corto, mediano y largo plazo, de no ocurrir un hecho extraordinario, por ejemplo, la firma de acuerdos de paz, que permitan el ingreso de nuevos fuerzas electorales, y cambien –ojalá para bien- la dinámica actual de los procesos electorales en el

Las próximas elecciones para Gobernación de Caldas y Alcaldía de Cartagena constituyen un reflejo actualizado del panorama político que se avizora en el corto, mediano y largo plazo, de no ocurrir un hecho extraordinario, por ejemplo, la firma de acuerdos de paz, que permitan el ingreso de nuevos fuerzas electorales, y cambien –ojalá para bien-  la dinámica actual de los procesos electorales en el país. 

Por lo menos que polarice alrededor de propuestas de Estado y Sociedad, para elevar la calidad del debate. En los casos de Caldas y Cartagena, como muestra del atraso político imperante en Colombia, la esencia del proceso electoral se está ubicando en torno al pulso –por ahora el primero en esas instancias- entre Santos y Uribe dentro de un largo, tedioso e inútil pugilato electoral que tiene embelesado a una buena parte de la opinión pública nacional.

Los temas serios tanto de Caldas como de Cartagena, no aparecen en los titulares de los principales medios de comunicación en calidad de preocupaciones particulares y regionales: de propuestas de gobierno en esa lamentable reducción del futuro de las regiones a un tema tan transitorio –históricamente hablando- como el electoral. 

Caldas, más que nadie debería estar en el centro del debate –de la región al centro– en el tema agroindustrial asimilando la reciente crisis cafetera y vislumbrando un futuro incierto y poco halagador en esos asuntos. 

Igual Cartagena, con los inmensos problemas de salud, educación, medio ambiente, miseria y marginalidad social que padece desde hace muchos años. Pero no, esos temas son secundarios para la clase política, empeñada, como siempre, en ganar elecciones a costa del desarrollo integral de sus regiones.

En este sentido, se nota la ausencia de las regiones, ejerciendo liderazgos que aporten en la búsqueda de salidas reales frente a los grandes retos de nuestra patria. Y sobre todo, con capacidad de adaptarse a las nuevas realidades, en especial de competitividad, que de aquí para adelante, -estemos de acuerdo o no en su consideración-, hacen parte de la vida cotidiana en la economía tanto regional como nacional. 

Todo parece indicar que los viejos esquemas de desarrollo regional tienen que revisarse de manera urgente e inmediata. El sector oficial juega un papel en los entes territoriales, que ya no es tan definitorio como en décadas recientes. 

La necesidad de capital para adelantar procesos productivos exitosos plantea nuevos retos  y expectativas. Otro tipo de alianzas entre el sector público y privado, donde las particularidades regionales constituyen la esencia de un planteamiento de eficiencia y eficacia en las visiones de desarrollo.

Como se podrá observar, más importante para los departamentos y capitales del país, que la ubicación de sus gobernantes entre el santismo o el uribismo, lo constituyen los programas de gobierno a la altura de las expectativas económicas y sociales de sus respectivas  regiones. Eso va más allá de lo simplemente electoral. Es decir, es un asunto de verdadera política.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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