La mesa coja

La ausencia de organizaciones campesinas serias, estructuradas, democráticamente constituidas, que impulsen con el Gobierno las políticas agrarias resultantes de los diálogos de paz adelantados en La Habana, constituye uno de los escollos, que hacia el futuro se vislumbra en este esperanzador proceso de búsqueda de paz duradera para Colombia.

La ausencia de organizaciones campesinas serias, estructuradas, democráticamente constituidas, que impulsen con el Gobierno las políticas agrarias resultantes de los diálogos de paz adelantados en La Habana, constituye uno de los escollos, que hacia el futuro se vislumbra en este esperanzador proceso de búsqueda de paz duradera para Colombia. 

En el sector agrario no existen con cobertura nacional –tampoco regional-organizaciones de base que aglutinen amplios sectores de asalariados agrícolas, pequeños y medianos propietarios, -con excepción del fuerte y compacto movimiento indígena-  a imagen y semejanza, por ejemplo, de la Anuc que en el siglo pasado pudo convertirse en eficiente interlocutor del Gobierno nacional para tratar de avanzar en políticas de reforma agraria, que al final resultaron fallidas.

Y, no existen organizaciones campesinas de gran significado, precisamente porque el fenómeno de violencia en el campo colombiano, enfocaba gran parte de su tenebrosa estrategia en eliminar físicamente a dirigentes campesinos que levantaran banderas de justicia social y equidad en el campo colombiano. 

Los líderes campesinos asesinados en las últimas décadas suman ya miles en toda la geografía nacional. La derecha paramilitar no ha parado en su propósito de silenciarlos a sangre y fuego, hasta tal punto, que al final de cada mes se pueden realizar dolorosos inventarios de líderes campesinos asesinados por apoyar la política oficial de restitución de tierras.

Por otra parte, las Farc tampoco permiten en los territorios donde operan con algo de poder y mando, la existencia de organizaciones campesinas autónomas e independientes a su influencia y control militar. 

O sea, al campesinado no sólo lo acosa permanentemente el hambre y la miseria sino también el cruce de fuego y de balas disparadas desde todos los puntos geográficos dominados por los actores violentos que enlutan a diario el campo colombiano. 

De ahí, que frente a políticas de recuperación de tierras y de impulso a programas de desarrollo agrario, la mesa real de acuerdos y pactos se encuentra un poco coja ante la inexistencia de un movimiento campesino fuerte, organizado y con liderazgo nacional, que le ponga campesinos de carne y hueso, con sus visiones, derechos e intereses concretos, a las políticas formales de desarrollo agrario, sin necesidad de intermediarios ni de mecenas transitorios. 

Algo así, como ponerle pueblo al proceso de paz, en este caso frente al tema agrario.

Por ello, en sentido estricto no se puede hablar de reforma agraria, ya que no existe –entre otros factores- cambio en la estructura de la tenencia de la tierra en cuanto, por ejemplo, se presentará un control campesino real sobre la tierra agrícola, la producción y mercadeo a través de empresas de tipo autogestionario, de cooperativas de producción o de empresas estatales con amplia participación de sectores campesinos. 

De todas maneras, el anuncio de un acuerdo entre las Farc y el gobierno sobre los ejes fundamentales de una política agraria, es de por sí, un avance democrático. Sin lugar a dudas… así la mesa donde se firmen los acuerdos siga un poco coja.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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