De las armas a las urnas

Colombia no es más democrática, participativa e igualitaria, no porque no haya querido sino porque no ha podido.

En otras palabras, debido a la ausencia de fuerzas políticas con una visión de Estado y Sociedad más democrática, que hubiesen conquistado el poder con propuestas de desarrollo integral y con el apoyo de las mayorías electorales. 

Y últimamente, estos abanderados de tímidos cambios estructurales han tenido oportunidades desaprovechadas, como en la última contienda electoral para la Presidencia de la República, donde Mockus perdió, ante todo, por ser quizás el más mal candidato a la Presidencia de República en la historia de Colombia: cada vez que hablaba perdía cien mil votos. Y, eso que habló con cobertura nacional por TV sólo unas cinco veces.

No ocurre lo mismo por los lados de la derecha colombiana, que en compacta unidad ganan electoralmente, y mantienen en la práctica un modelo de supuesto desarrollo que sólo benefician a unas minorías oligárquicas que han dominado el país desde siempre. 

Esas minorías, saben muchas cosas mejor que sus pares en el resto de América Latina, sobre todo en lo relacionado con ganar elecciones, donde se la juegan toda y con todo. Y si ganan, pues es la decisión legítima de las mayorías electorales, y cada nación como se ha dicho hace años, merece a los gobernantes que elige.

Ahora bien, todo este cuento viene a partir de los diez puntos presentados en la Habana por las Farc sobre participación política que incluye, entre otros temas, la reestructuración del Estado, la democratización de la información, -para citar sólo dos puntos- asuntos en que las minorías gobernantes no van a ceder en ese escenario ni por el chiras. 

Ni bobos que fueran. El sector financiero, para citar un ejemplo, domina los ejes fundamentales de la economía nacional desde los propios a la función de su denominación, hasta la construcción de carreteras, la siembra de cultivos rentables en la Orinoquía, la TV, las cadenas radiales, los periódicos de mayor circulación nacional. 

Otros igual de poderosos dominan la tierra, las importaciones, las exportaciones. O sea, que a estos sectores tan poderosos sólo se les puede competir y derrotar en relación con el modelo de Estado y Sociedad, en las urnas, con mayorías electorales.

Ingenuo creer que la revolución, o los cambios democráticos, se van a producir por decreto de un régimen que no está en la tarea de democratizar el poder y la riqueza en Colombia. O, por la firma bien intencionada de unos acuerdos de paz. El reto de las Farc está en salir a la calle, llenar las plazas públicas, ganar elecciones y estructurar un tipo de Estado acorde con su visión de desarrollo. 

Que cuenten con el apoyo necesario del pueblo colombiano para lograr esos objetivos, es ya otro asunto. Que lo hagan como parte de una gran corriente política con afinidades programáticas, también es cosa distinta. Pero la revolución que plantean, no se gana en el papel sino en las urnas. Palabra que sí.

Credito
Camilo A. González Pacheco

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