Canonización de los victimarios

En Colombia la realidad supera la imaginación. Esa conclusión es cuento viejo para tratar de comprender muchas de nuestras situaciones cotidianas, y obvio, para dimensionar fenómenos culturales trascendentales –cobijados bajo esa premisa-, como en los campos maravillosos de la literatura nacional.

En Colombia la realidad supera la imaginación. Esa conclusión es cuento viejo para tratar de comprender muchas de nuestras situaciones cotidianas, y obvio, para dimensionar fenómenos culturales trascendentales –cobijados bajo esa premisa-, como en los campos maravillosos de la literatura nacional. 

Con ese precedente se puede entender que bajo las sutiles, pero poderosísimas leyes del mercado publicitario, un modesto ex - presidente de la República pueda ser calificado por un medio de comunicación, por demás importante y con cobertura nacional e internacional, como el compatriota más celebre de nuestra gris historia patria. Y, no pasa nada. Lo censurable, por una parte, radica en la perversa utilización –del medio de comunicación- de la buena fe de miles de compatriotas que participaron en ese evento, y lo consideraban instancia cultural imparcial y objetiva. Y por otro lado, en el silencio complaciente de los entes culturales que deberían de emitir alguna opinión sobre el asunto.

Que el ex - presidente ganador de la consulta histórica hubiese tenido votos por montones, es justo y necesario reconocer que los tiene, los tuvo y los tendrá. También es cierto que para algunos compatriotas constituye el personaje más importante de la historia de Colombia. Sin embargo, como fallo académicamente serio, la conclusión no puede ser tan simple y sencilla. Sobre todo por el mensaje que se envía a las nuevas generaciones, y que debería en ese contexto preciso, contar con el aval y la sustentación de historiadores e intelectuales versados en ese tipo de selección. 

Hace algunos meses, por ejemplo, un buen grupo de intelectuales concluyó –si no recuerdo mal – que el personaje histórico más importante del siglo pasado era Alfonso López Pumarejo. Precisamente porque se tiene en cuenta el contexto histórico donde se analiza y las proyecciones institucionales y sociales que el personaje deja sembradas hacía el futuro. Definir quién ha sido el futbolista o ciclista más importante de Colombia –y los hay muchos y supremamente valiosos y respetables – es más fácil que lograr consenso sobre el colombiano más importante –con todo y en todo- de nuestra historia patria.

En esto de los personajes históricos, -decíamos- Colombia padece mucho de realismo mágico. En Colombia, por ejemplo, se eleva a la misma categoría de admiración y respeto al victimario que a la victima. Y es más, despiadados y crueles asesinos gozan de buena imagen publicitaria. Peor aún, a diario miles de niños y niñas, se conmueven frente la TV ante los rasgos maternales y fraternales de buenos hijos y hermanos de los Castaño. Y, muchos compatriotas lloraron de emoción –igual frente a la TV-  hace pocos meses ante el talante de buen hijo de Escobar hacía a su abnegada y sufrida madre. O su sacrificada esposa. O sus tiernos hijos. 

Esas son paradojas normales que se viven y padecen a diario en Colombia. Por eso, los resultados de las encuestas sobre los grandes hombres que han existido en Colombia, no nos deben perturbar demasiado. Afortunadamente no ganó esa encuesta Escobar o los Castaño. Habrían podido salir victoriosos. De seguro.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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