Silenciar a los fusiles

Los diálogos de paz en la Habana están en todo y en nada. Un poco acorde con uno de sus principios fundamentales: “nada está acordado hasta que todo este acordado”.

De ahí la preocupación nacional cada quince o veinte días, ante el cierre de las temporadas parciales de conversaciones, en que a veces parecería que toda la estantería se puede desplomar estrepitosamente, y otras afortunadas en que parece vislumbrarse una esperanzadora lucecita de acuerdos al final del túnel. 

Lo único cierto, es que este eventual proceso de paz sigue, de verdad, muy enredado. Ojalá sean sólo fuegos artificiales de publicidad y prensa mientras se camina por senderos ya pactados a largo plazo. De no ser así, lo único cierto, es que no hay nada cierto.

Para la muestra otro botón, como si no fuera poco el espinoso asunto relacionado con la convocatoria de una Asamblea Constituyente para refrendar los pactos: el tema de la entrega de armas. A estas alturas de la tormenta, y todavía lloviendo sobre mojado, en ese punto que por parecer tan sencillo y obvio se puede tornar confuso e indescifrable. ¿Qué se debe entender por entrega de las armas?. 

El análisis sobre este interrogante, puede convertirse en un debate de las más célebres discusiones entre algunos dilatantes juristas, donde lo formal soslaya lo sustancial. En otras palabras, donde el que quiera atravesarse como mula en el camino, pues se atraviesa, sobre todo para que las cosas no avancen. 

Los argumentos ya empiezan a escucharse: la entrega de armas significa que los fierros se depositan en físico en un lugar determinado; y no unos pocos, sino todos, o sea, por toneladas. Para otros, no es entrega sino dejación. Otros afirman que más que entrega física es no utilizarlos, o sea, no se necesitaría entrega física de armamento. Si ese va a ser motivo actual de discusión, pues el debate será largo, tedioso y peligroso para un buen final de las conversaciones.

Precisamente porque se convertiría de la noche a la mañana en tema esencial de concepción que debería estar plenamente acordado, aún antes del primer encuentro en Cuba.

Tratándose de esas aburridas discusiones semánticas, al igual que en las instancias jurídicas, debería utilizarse una especie de hermenéutica de paz para estos efectos. Y al igual que en la jurídica, apoyarse en el significado no sólo gramatical, sino lógico, histórico y sociológico de la expresión. Y buscar ayuda en otras ramas del saber. 

En este caso, por ejemplo, de la poesía sencilla, conocida, humilde, para descender de las nubes gramaticales los hechos reales y, sobre todo, para que todos entendamos lo que expresamos. 

Ya se ha dicho muchas veces en esos mismos escenarios: se busca sencillamente “silenciar los fusiles”. Así de sencillo. Ese silencio, para estos efectos, constituye un acertado sinónimo de “entrega de armas”. Entendiendo, claro está, que las armas ya no serán nunca una opción de ascenso al poder de ningún grupo político en Colombia. Por ahí puede estar la salida.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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