El péndulo latinoamericano

Colombia puede estar ad portas de un cambio político de extraordinaria importancia democrática. Mientras en la cúpula del poder se agudizan las ofensas personales, más no políticas conceptuales, el modelo de desarrollo impulsado por Uribe y Santos hace agua.

No es el eco aún vivo de las consignas lanzadas en el reciente Paro Agrario que conmovió al país, las que anuncian la debacle. Tampoco son los juicios y balances de economistas nacionales que han cuestionado objetiva y seriamente el modelo neoliberal. Menos aún, las voces de la oposición política al modelo económico imperante en nuestra nación.

Obvio, son todas esas voces, pero sumadas a una nueva: nada más ni nada menos que la de Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional, óigase bien, del propio FMI, quien antes de ayer no más, en un Foro convocado por “Portafolio” recalcaba la necesidad de crecer de otra manera distinta a la ligada al fenómeno del boom minero. Y remataba apocalípticamente, muy al estilo uribista –recordemos cuando el entonces Presidente ordenaba a sus parlamentarios votar sus proyectos legislativos antes de que los metieran a la cárcel – usar “lo que queda del boom minero para lograr nuevas fuentes de crecimiento” más sostenibles.

El panorama económico y social para el neoliberalismo en Colombia, no es entonces, muy alentador. 

Sin embargo, el gran escollo político nacional radica en la ausencia de cultura política que permita a las grandes mayorías sociales, identificar las propuestas de desarrollo, ligadas a las candidaturas político - electorales. 

En otras palabras, comprender que el modelo de desarrollo impulsado por Santos, Uribe, Peñalosa, Pastrana con todo la colectividad azul, y la franja gavirista liberal –para citar los más representativos- es en esencia, el mismo. O sea, el voto por ellos es de continuismo en el modelo económico de supuesto desarrollo tan cuestionado en los últimos meses desde la base social de la nación colombiana.

Esa sana diferenciación, parece consolidarse –para fortuna de la democracia colombiana- cada vez más al acercarse en el tiempo los próximos debates electorales. 

Hace pocas horas Navarro Wolff descartó –por ahora y ojalá fuera para siempre- una consulta con Peñalosa, aduciendo entre otras razones, algo así como la inexistencia de una base conceptual que permitiera presentarse como de un mismo equipo, originando una evidente confusión en la opinión pública. Algo es algo.

Salvo en el tema relacionado con las conversaciones alrededor de un eventual proceso de paz, las diferencias en la franja de derecha y de centro derecha no son trascendentales. Y, todo parece indicar, que al igual que en buenos ejemplos acaecidos en el vecindario latinoamericano, el péndulo de la historia lentamente se está ubicando más hacía el centro de la izquierda democrática. Sólo por esos lados, un triunfo electoral significa un cambio de modelo económico. Y eso, es precisamente lo que están reclamando las mayorías trabajadoras en Colombia. Ahí está el reto. 

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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