Del diablo y otros demonios tolimenses

El Diablo de Purificación – tristemente famoso por estos días- representa la expresión regional de un tipo de comportamiento –que existió con mucha presencia institucional a mediados y fines del siglo pasado y aún sigue vigente- frente a los fines por conquistar a través de la política y el ejercicio del poder en la región.

En ese conciliábulo demoniaco, el poder y la política constituyen el instrumento más eficaz para el enriquecimiento personal rápido, sin trabajo ni esfuerzo proporcional a la ganancia obtenida, que proviene del robo descarado del patrimonio público.

Y, las ganancias y el enriquecimiento son verdaderamente espectaculares: modestos ciudadanos que entraron a la administración pública o las corporaciones en alpargatas y salieron a los pocos meses en lujosos Mercedes Benz. O que trastearon, en abrir y cerrar de ojos de modestos apartamentos a multimillonarias residencias campestres, sin poder justificar –en la verdad verdadera y tampoco en la procesal- la multiplicación mágica de sus menguadas fortunas. 

O con cuentas bancarias e inmuebles del altísimo valor en países cercanos y en EE.UU. O que cambiaron de la noche a la mañana de empresa, y crearon su “empresa electoral” que según testimonio del ex –senador valluno Martínez –que tuvo aquí en el Tolima sede con sus legítimos voceros- da más plata que negociar  con estupefacientes.

Por ahí, podemos ubicar sin mucho esfuerzo el origen de muchos diablos y demonios tolimenses, unos pocos en el infierno y otros muchos disfrutando de su propio cielo, porque estos diablos, aunque parezca asombroso, con plata del erario público han podido comprar hasta su propio cielo. Increíble, pero cierto. En esa perspectiva, el de Purificación es un pobre diablo.

Pero, en el Tolima, al lado de aquellos han empezado a actuar otros demonios más tenebrosos, que no sólo roban sino asesinan: están por estos días rondando por los lados de Cajamarca y La Colosa. En cuestión de días han asesinado a dos personas: José del Carmen Rodríguez del Igac y el líder ambiental Pedro César García Moreno. Es sólo el comienzo. 

La historia patria ha demostrado que una vez ubicados en un territorio, los asesinos de este tipo no paran en su andar delictivo hasta lograr sus pretensiones, a costa de muchos muertos, viudas y huérfanos. Preocupa el silencio del Tolima  ante el actuar de estas bandas criminales. 

No existe liderazgo que convoque a la unidad regional para detener esta amenaza de violencia y muerte. Asombra el mutismo oficial. Alarma la ausencia de una sociedad civil organizada y movilizada en defensa de la vida en el Tolima. 

Quizás por ello, -por el silencio, la pasividad, la abulia, la ausencia de liderazgos democráticos- el Tolima siga siendo por muchos años más, territorio donde imperan  diablos y demonios de todo tipo que destruyen a diario la esperanza de días mejores para el Tolima.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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