Agonía musical

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Enelia Caviedes, nuestra “primera dama de la radio”, en una reciente entrevista concedida a El Tiempo, evidenció algo realmente trágico para la cultura nacional: el folclor -salvo contadísimas y casi inexistentes excepciones- en la radio no existe, entre otras razones, por la ausencia de promotores de la música colombiana. Esa afirmación, por demás preocupante, plantea de una vez otro interrogante, entendiendo que musicalmente hacemos parte del folclor nacional: ¿Y el futuro de la música tolimense? Ubicados en el centro de ese poderoso huracán de olvido, difícil imaginar un futuro alentador para nuestro patrimonio musical.

Y peor aún: no existe en la región -salvo dos o tres empeños quijotescos- esfuerzos, públicos y privados, eficientes y eficaces que hayan diseñado estrategias para afrontar con éxito ese reto, sumado a lo anterior, el lento pero perceptible agotamiento de cultores nuevos de esos aires musicales propios del Tolima Grande. Contrario a iniciativas triunfantes –en especial con el vallenato- en otras regiones del país, por ejemplo, con el impulso dado por Carlos Vives a los temas clásicos de Escalona y la novedosa propuesta bien promocionada en estas semanas en importantes medios de comunicación con cobertura nacional, a través del álbum de Chabuco de fusionar el flamenco con el vallenato.

En cierta medida, nos golpea regionalmente frente a esta realidad cultural, el paso del tiempo acompañado de nuevas y fantásticas innovaciones en los medios masivos. Nuestro surgimiento musical -nos lo recuerda sabiamente Enelia- estuvo ligado al poder de la radio, que nos permitió recorrer inicialmente la geografía nacional con las evocaciones románticas de Garzón y Collazos y la chispa genial de Emeterio y Felipe. De ahí, pudimos resistir otros años con la difusión de los discos, sobre todo de Silva y Villalba. Pero, comercialmente, esa época quedó atrás, teniendo en cuenta que en la actualidad casi ningún músico puede vivir de hacer música. Y, la tradicional música emblemática de Colombia no abrió espacios en los mercados internacionales, ni nacionales, en estas últimas décadas con nuestros bambucos y pasillos, sino con las nuevas bandas -no dúos ni tríos- sobre todo de rock en español, en sus inicios con Aterciopelados, Café Tacuba y Maná.

Quienes saben de estos temas comerciales, -Kike Posada entre ellos- sostienen que los ingresos musicales -para autores y artistas- no provienen de los discos sino de los shows. De ahí la trascendencia e importancia a nivel del Tolima en ese contexto, de apoyar esfuerzos como el Festival Nacional de Música Mangostino de Oro, en San Sebastián de Mariquita –dentro de otras expresiones de cultura regional- y ojalá Ibagué pueda posesionarse, abanderando la promoción del folclor colombiano, como una verdadera y pujante “Capital Musical de Colombia”, realizando eventos multitudinarios de impactos nacional e internacional, que entre otros objetivos inherentes a su esencia cultural lleven la finalidad estratégica de resaltar nuestro patrimonio musical. De lo contrario, ese patrimonio podría desaparecer en un cercano futuro, como espumas viajeras que depararon dichas pasajeras.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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