Voto pensado

Pocas veces en la historia electoral del país, un gran sector de la opinión pública colombiana ha tenido que votar pensando varias veces en su candidato, como efectivamente ocurrirá en las elecciones del próximo domingo. Y, ahí puede estar el riesgo para una victoria del voto de opinión de izquierda democrática, si se tiene en cuenta que en Colombia se vota masivamente por pasión y por imágenes re

En el siglo pasado, los liberales votaban contra los conservadores y éstos contra los liberales, sin explicación alguna. Además votaban por colores: por el azul o el rojo. Sencillo. Más tarde, se empezó a votar en apoyo o rechazo, de un modelo de organización política, principalmente a favor o en contra de la hegemonía partidista, hasta que llegó la Constitución de 1991 y mandó a parar ese viejo y excluyente esquema de organización del Estado.

Luego el voto de opinión cogió fuerza, en cuanto un buen número de electores, lo podían hacer por propuestas y programas de gobierno, fenómeno electoral que logró importantes victorias principalmente en las grandes ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Pasto y algunos departamentos entre los que se encontraban Antioquia y Nariño, para citar sólo dos ejemplos departamentales. El voto de opinión de izquierda democrática, en esos momentos, no tenía compliques. Las condiciones estaban dadas, diría cualquier viejo marxista.

Pero, ahora el lío es tenaz. Se invita a votar por un candidato que no es de la franja de la izquierda democrática, sino al contrario, pertenece a la más rancia oligarquía colombiana. Su modelo de desarrollo es el nefasto neoliberal. Por historia y convicción es pro-imperialista yanqui. No tiene carisma, y por si fuera poco, no trasmite la esencia de su propuesta que podría motivar la conquista de electorado.

A todo lo anterior, tenemos que sumarle que es causa de división del único partido de izquierda existente en Colombia. ¡Que lío!. O sea, que el voto de quienes pertenecen a la franja de la izquierda democrática, debe ser muy bien pensado y calibrado. Sus promotores –entre ellos los más importantes columnistas del país- avizoran, entre otras muchas consecuencias, que un regreso del estilo de gobierno de Uribe en cabeza de Zuluaga, significaría un tremendo retroceso en democracia formal y una frustración de un intento de solución negociado con la más antigua organización guerrillera del mundo, y con otra también ya vieja como es el ELN, ambas odiadas por inmensos sectores de la sociedad colombiana.

En ese punto, el voto por Santos está pensado en atajar el retorno de los brujos del paramilitarismo y la retardataria extrema derecha a la Casa de Nari (término cariñoso con el cual varios paramilitares y mafiosos llamaban a la Casa de Nariño).

No vale la pena el riesgo de retroceder históricamente a estas alturas, cuando se requiere un mínimo sustento de legitimidad y legalidad para poder iniciar reformas que reclama Colombia desde hace décadas. Así de sencillo. Pero inmensamente trascendental.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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