Ibagué y las bestias

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Aquel viejo refrán popular, según el cual “No se puede ensillar antes de traer las bestias”, pasó de moda, entre otras razones porque ya nadie utiliza el caballo, como se acostumbraba por allá a mediados del siglo pasado, en la mayoría de las actividades cotidianas del sector rural colombiano. Sin embargo, su enseñanza de no adelantarse ilógicamente a las circunstancias, permanece y permanecerá vigente, por los siglos de los siglos, amén.

Y los hechos así lo demuestran. Más aún sin son oficiales, es decir, provenientes de funcionarios públicos. En esa perspectiva, Ibagué aporta de manera indiscutible en actualizar ese viejo refrán y hacer entendible y asequible aquella enseñanza, sobre todo a las nuevas generaciones, que en su mayoría ya no ensillan bestia alguna. Veamos de dónde surge la enseñanza: En Ibagué se construyen 1.100 viviendas del complejo multifamiliar El Tejar, que no cuentan con agua potable. La empresa constructora cumple su obligación contractual, que es construir los bloques de vivienda, y punto. El Municipio debe aportar -entre otros requerimientos- alcantarillado y agua potable para esas nuevas viviendas, y ahí es donde la puerca tuerce el rabo, como diría otro adagio bien viejo, pues en ese sector no hay agua potable para tanta gente. O sea, se tendrá viviendas sin agua potable para sus habitantes. Cemento y más cemento. Sencillo y supremamente preocupante.

Lo más grave radica en que V.A.P.I. (Veeduría Agua para Ibagué) denunció la falencia hace mucho tiempo, y lamentablemente a estas alturas tanto el Gobierno municipal como la ciudadanía deben reconocer que la Veeduría tenía toda la razón. Cumplió su misión constitucional de defender los derechos de la comunidad. Sin embargo, este lío se agiganta cada vez más. Los barrios vecinos a El Tejar se oponen a la captación de agua de los afluentes que llegan a sus acueductos comunitarios, por cuanto en esa eventualidad se lesionaría a dichos habitantes de parte del goce actual de este servicio. Eso, de entrada. Por otro lado, las viviendas ya construidas no se van a poder entregar, por cuanto no tendrán certificación de habitabilidad. Y, se tendrá que cancelar lo adeudado a la firma constructora, por cuanto ella cumple lo pactado. Y, esa platica saldría de los bolsillos de los contribuyentes ibaguereños.

El problema se torna cada vez más delicado. Nadie puede predecir sus impactos en protesta social. Pero el aporte histórico de la actual administración municipal de Ibagué, a la legendaria sabiduría popular, trasladada a los manuales de funcionamiento de las administraciones municipales, será perenne: “Sin agua potable no se debe construir complejos multifamiliares”. Algo semejante a ensillar sin traer las bestias. Dolorosa enseñanza. Fruto del imperceptible paso de varios funcionarios municipales de la familia del homo sapiens a la de los equinos, o viceversa, como diría una reinita hace años en Cartagena.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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