Salvando a los salvadores

Camilo González Pacheco

Hoy viernes de pascua, aún retumban, y ojalá truenen hasta que se acojan como políticas públicas, las oraciones pronunciadas hace ocho días por el arzobispo de Cali, Monseñor Darío de Jesús Monsalve, en el sermón de las siete palabras del pasado viernes santo, en la Catedral de la Capital Mundial de la Salsa, y referidas más que al sereno y nebuloso cielo de las interpretaciones teológicas del evangelio, a la dura, conflictiva y difícil realidad económica y social que vive Colombia aquí y ahora.

Habló de la paz en Colombia, no como el paraíso terrenal donde desaparecerán los conflictos, sino dentro del sabio y pedagógico marco del cambio y del temor a abordarlos como un reto de armonización social: “El miedo al cambio pacífico y democrático, el miedo al futuro de sociedades reconciliadas es el desafío de la paz”. Y concluyó Monseñor Monsalve con un axioma de trascendencia histórica de perdurable significado, válido como nunca para el azaroso presente y garantía de un futuro con paz estable y duradera: “La disyuntiva no es la guerra o la paz, sino democratización integral o violencia creciente”.

Abordar la democracia colombiana, desde una concepción integral constituye un avance de enorme significado. Consiste en dimensionar la democracia como un proceso de profundización orientado al beneficio de las mayorías sociales en el goce pleno de los derechos fundamentales. O sea, ir más allá de la mera democracia electoral, superando la democracia participativa y la deliberante.

Hace ya varias décadas, Antonio García Nossa incorporó en la visión de la democracia en Colombia este concepto que integra en un mismo cauce los problemas económicos, políticos, culturales, de forma y de espíritu, en una visión entendida esencialmente como un sistema de vida: económico, político, cultural, ético.

Y al final del sermón, desde el Valle del Cauca, Monseñor Monsalve envió un mensaje a un célebre y piadoso creyente en nuestra santa Madre Laura: “No se debe reproducir el odio, sino producir el acercamiento, la palabra, la reconciliación, aún como grito unilateral, sin reciprocidad inmediata”.

Son las voces y mensajes de una nueva iglesia en Colombia, donde a la par de la de Monseñor Monsalve se escucha la del sacerdote jesuita Francisco De Roux: “La paz es la responsabilidad ética y política más importante que tenemos todos”. Por ello, ni es santista ni uribista. Todo un esfuerzo ecuménico orientado desde el Papa Francisco, para alcanzar una Iglesia en custodia de la justicia social, de los derechos humanos, de los excluidos, de las víctimas, de la paz y de la protección de la tierra como casa común. Y sobre todo, en defensa de los pobres. Amén.

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