Buena sombra

Camilo González Pacheco

El 14 de octubre, Ibagué cumplirá 467 años de fundación. La ciudad avanza, entre el reconocimiento antiguo y solemne dado hace más de 100 años por el Conde de Gabriac como Ciudad Musical’, y la denominación más reciente y poco conocida, adoptado mediante decreto expedido por la alcaldesa Carmen Inés Cruz, de acoger y proclamar el ocobo como árbol insignia de Ibagué. Somos ciudad musical y ciudad de los ocobos.

El ocobo es el árbol insignia de la capital tolimense. Ante todo, por el sentido de pertenencia creado por su florescencia, y que constituye un patrimonio gozoso de las nuevas generaciones. Con los años, el ocobo será cada vez más emblemático para los ibaguereños. Afortunadamente. Como lo fue el siglo pasado el Mango de la Plaza de Bolívar, según lo recrea en sus investigaciones Helio Fabio González.

El profesor de Botánica de la Universidad del Tolima Héctor Eduardo Esquivel, en su obra ‘Flora arbórea de la ciudad de Ibagué’, nos enseña que los nombres más comunes de nuestros ocobos, son: Flormorado, Cañaguate, Guayacán Lila, Roble Morado. Y que su denominación científica es Tabebuia rosea. Precisa Esquivel: Que tiene flores campanuladas de color lila o rosado, de 5 cm de largo. Que engalana ¡y de qué hermosa manera!, la ciudad con su bella floración durante enero, febrero, junio, julio, agosto y parte de septiembre. Que renueva totalmente su follaje paralelo con la floración dos veces al año. Que en Belén, Interlaken y Cádiz están los más antiguos y corpulentos.

Varios estudiosos del tema nos recuerdan que en Ibagué también florecen el ocobo blanco y el amarillo o Chicalá. Gloria Beltrán también nos había indicado que los ocobos son árboles originarios del trópico americano, con especies nativas de Colombia, árboles leñosos con flores que semejan grandes campanas, crespas lobuladas de color morado, lila, claro, rosado, blanco y amarillo. Y que su florecimiento, -según bardos parroquiales- nos entrega un bello “tapiz policromado de pétalos morados, lilas, rosados” que la dan a Ibagué la sensación a la europea de “vivir una estación primaveral”.

Junto a los ocobos, debemos mirar con respeto y cuidar con gratitud dos ancianos protectores de la Plaza de Bolívar: la Ceiba ubicada en la esquina de la Segunda con Décima, considerado el árbol más grande de la ciudad, 35 metros de altura, diámetro de 2.11 metros y más de cien años de existencia. Y el Samán de la Tercera entre Novena y Décima, con su singular belleza, sus largos y fraternales brazos. Muchos nos hemos arrimado a ellos, en medio de esperanzas y buenos sueños, y siempre buena sombra nos ha cobijado. Y siguen ahí, firmes, orgullosos, rectos y serenos.

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