Antídoto contra la impostura

Camilo González Pacheco

“El pasado nunca pasa, es solo una parte o una dimensión del presente, que ni siquiera es pasado y que siempre vuelve”. Lo dijo Faulkner y lo cita reiteradamente Javier Cercas en su célebre obra “El Impostor”, de conveniente lectura en estos tiempos de memoria histórica, de exaltación y compensación a las víctimas del conflicto. Sobre todo, ahora que Colombia recorre los penosos caminos de la verdad, justicia y reparación.

El Impostor, fue Enric Marco un pillo seductor, descubierto cuando ya era nonagenario, que se hizo pasar como sobreviviente de los campos de concentración, y durante muchos años se presentó ante los Españoles como un paradigma de dignidad y resistencia contra el franquismo y el nazismo a riesgo de su vida. Inspiró a los jóvenes y pronunciaba discursos libertarios conmovedores hasta las lágrimas. La novela de Cercas, es una profunda reflexión sobre el pasado, la verdad, y sobre todo, los peligros de que la memoria histórica, se vuelva, lo que el autor denomina un “Kitsch histórico”, esto es un espectáculo, un entretenimiento, una mentira.

Pero, ¿por qué pelechan después de las tragedias impostores y avivatos? Según el escritor porque entre más monstruosa es una mentira, más creíble resulta para el común de los mortales: por la ignorancia relativa del pasado reciente, por el pago de compensaciones, por la no verificación de los datos por historiadores, políticos y periodistas. Y en especial, por la sacralización o santificación de quienes dicen ser testigos de una tragedia. Nadie se atreve a desmentirlos, tienen demasiado prestigio. Se da una credibilidad culpable.

Sin ir muy lejos, con la tragedia de Armero, se han dicho mentiras monstruosas, como el robo o la pérdida masiva de niños. También el gobernador de la época José Ossorio Bedoya tuvo que lidiar, por las ayudas ofrecidas, con un número desmesurado de damnificados: 30.000 pero los sobrevivientes no podían haber pasado los 5.000, según el último censo realizado en octubre de 1985. Es decir, el número de tramposos fue alrededor de 25.000.

Por su parte la Unidad para la Protección de las Víctimas, en cinco años, del 2012 al 2017 ha recibido 5.084 quejas por fraudes de las cuales el 65% corresponde a falsas víctimas; el otro 35% corresponde a delitos de estafa, falsedad en documentos y suplantación, entre otros.

Por todos estos riesgos, concluimos con Cercas que debemos buscar la verdad, como debe hacerlo un juez, verificando los hechos con pruebas, estudiando documentos, interrogando los testigos, confrontarlos para acogerlos o desecharlos.

Que Dios ilumine, en esa tarea al padre Francisco de Roux, apóstol de paz colombiano, quien en buena hora preside la Comisión de la Verdad.

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