Mala leche

Camilo González Pacheco

La humanidad debe a los niños lo mejor que pueda darles, lo dijo la Sociedad de las Naciones, en la Declaración de Ginebra, por allá en 1924. Basaba la enunciación de este imperativo moral, en el reconocimiento de la condición de debilidad manifiesta de los infantes que requieren por ello protección reforzada.

Posteriormente, y ante el estropicio humanitario que las guerras han causado, se han reiterado estos deberes, fundamentados en el reconocimiento de la dignidad intrínseca de todos los miembros de la familia humana. Concretamente en la Declaración Internacional de los Derechos del Niño, se reconocen como derechos humanos fundamentales, entre otros muchos, el derecho de los niños a crecer en el seno de su familia y a no ser separado de ella, y a una alimentación sana.

Pues bien, esta premisa que parece una obviedad, viene siendo pisoteada, sin rubor alguno por el Presidente Donald Trump, quien con su política “tolerancia cero” ha separado a los padres inmigrantes, de su hijos, de los cuales algo más de 100 son menores de cinco (5) años, constituyéndose tal proceder en trato inhumano y cruel para todos los afectados.

Pero si lo anterior no fuere suficiente ignominioso, Trump se opuso a una reciente resolución de las Naciones Unidas, diseñada con el propósito de incentivar a las madres a amamantar a sus hijos. Tenía la perversa intención de ayudar a las empresas de alimentos sustitutos, en especial de sustitutos de lecha materna, que mueven más de $70.000 millones de pesos al año, sin importarle un carajo, el ahorro de otros gobiernos de 300.000 millones de dólares en costos de prevención y atención en salud. Y sobre todo, los estudios de la comunidad científica, concluyen que son más saludables los bebes alimentados con leche materna.

Trump, en búsqueda de ese perverso objetivo, según denuncia The New York Times y El Espectador, chantajeó desembozadamente a varios países pobres de África y América Latina, con la imposición de sanciones comerciales y retiro de ayuda militar. Ecuador de inmediato cedió. De no haber sido por Rusia, quien censuró la descarada manipulación, la resolución se hubiera hundido y con ella los planes y programas mundiales para incentivar la lactancia materna.

Trump, está cumpliendo su programa de derecha, de impulso al capitalismo salvaje como modelo de crecimiento económico del imperio gringo, donde el fin humanista, en este caso la dignidad humana y protección de los niños, queda relegado por el logro de ganancias y enriquecimiento de algunas empresas norteamericanas. América Primero, es su consigna. Ganancia es ganancia. Que se muera quien se tenga que morir; no importa si son bebés. Definitivamente Trump, es un tipo de mala leche.

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