Es la corrupción, estúpido

Guillermo Hinestrosa

Bill Clinton ganó la presidencia de los Estados Unidos, en 1993, con un lema sencillo e inusual: “is the economy, stupid”.
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Pese a que los colombianos padecemos una catástrofe económica, el mensaje en estas latitudes debe ser ajustado: “Es la corrupción, estúpido”. El 10% o “corrupción en sus justas proporciones” que en su momento reclamó Turbay, entró en crisis hace marras: hoy las coimas son del 20% en obras públicas, 30% en prestación de servicios, aunque si se trata de comunicaciones o actividades culturales, pueden alcanzar 50% del contrato. Los rateros honrados por el favor popular han subido la tarifa. De nada valdrán reformas tributarias, de la salud o justicia e incrementar el déficit fiscal al 6% del PIB, si sigue la feria de la contratación indebida.

No cesan las denuncias ni las explicaciones cantinflescas, como las dadas a La W por el director de Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres – Ungrd, sobre supuestas solicitudes de coimas en la compra de 1´800.000 mercados para familias vulnerables durante el confinamiento. Dicho medio radial reseña que en el departamento de Bolívar los mercados se adquirieron a $117.000. Al comparar el precio con los adquiridos por la Alcaldía de Cartagena, el mismo mercado habría costado $82.950. Es decir, $34.050 menos.

Las contralorías locales siguen pintaditas en la pared. Al no hallar garantías de transparencia, el ministro del deporte le pidió a la Procuraduría General de la Nación suspender la licitación para la construcción del coliseo mayor y el Parque Deportivo, por $43.917.000.000, que adelanta el Imdri en Ibagué. La Procuraduría ya advirtió posible desconocimiento a los principios de igualdad, moralidad, selección objetiva y responsabilidad de la contratación estatal, según lo reseñó LA FM el pasado primero de mayo.

La alcaldía entró en pánico: la gerente anterior no resistió el escándalo y renunció, el encargado no quiere tragarse la papa caliente y el gerente designado preferiría posesionarse con el lío ya resuelto. El ministro anunció, el pasado lunes, que prefiere sacar al municipio de Ibagué y que la contratación se haga en Bogotá. Y así debe ser. La alcaldía arrancó mal. Ya minó la confianza del Gobierno, representado en este caso por Ernesto Lucena, de orgulloso ancestro tolimense, y está en la mira de la Procuraduría.

Quizá sea hora de dejar tanto bla, bla, bla y montar un Observatorio de la Contratación, a cargo de una entidad neutral, sin vínculos con ningún movimiento o partido, que no dependa de contratos públicos, con amplia credibilidad e idoneidad técnica: profesionales del Derecho, las Finanzas, Ingeniería, auditoría y académicos que, aparte de investigar la importancia del agua en la navegación, quieran prestarle un servicio urgente a su tierrita.

Estoy pensando en una. No la digo por miedo a tentar el “sacaculismo” de algunos malquerientes que pudieran seguir apoltronados en ella.

GUILLERMO HINESTROSA

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